11 nov 2016

STAY

Muy buenos días :D
Mientras esperan el capítulo 28 de Father's Love, que espero tenerlo listo lo más pronto posible, les he traído un fic muy especial y en el que he trabajado las últimas semanas.
Primero que todo, muchas gracias a Mabelucome por haberme dado ésta oportunidad y su autorización para continuar con éste fic y darle el final que tanto merecía, en verdad que me siento muy feliz de haberlo hecho, ya que para mi ella es una escritora muy importante, ya que gracias a sus escritos pude retomar nuevamente ésto de compartirles mis historias, estoy muy agradecida con ella y con ustedes por leerme, por todo su amor y todo su apoyo, no saben lo feliz que me hacen.
La primera mitad de la historia la escribió ella y la otra mitad es lo que escribí yo, así que les indicaré con unos asteriscos en el medio de ambas partes para que sepan por donde es que comencé yo, espero les guste >///<


Tema: STAY
Extensión: Oneshot
Parejas: InooDai
Autora: Mabelucome & Akari-chan


Se paseaba por el apartamento mientras limpiaba, tenía que hacerlo si quería vivir ahí. Se había escapado de casa hacía más de tres meses, Kei le había “acogido” en su casa pero con muchas condiciones. No tenía que pagar con dinero, sino con hacer las labores de la casa y ser su juguete sexual. Sí, Daiki servía para que su “amo” se desquitara, si estaba enfadado tenía que soportar sus gritos, incluso golpes pero siempre terminaban en la cama. Le daba repulsión todo lo que hacía, lo tocaba, lamía todo el cuerpo, le follaba como si no hubiera mañana... Nunca era dulce o mostraba algún indicio de quererlo, solo era deseo, lo único que podía hacer era rezar para que la próxima vez no le doliese tanto como la anterior.

Suspiró, la casa ya estaba limpia. Aunque tuviera que soportar todo aquello, realmente era mucho mejor que ir a su casa, allí eran golpes todos los días, costillas rotas o una brecha en la cabeza. Inoo prácticamente lo violaba cada día pero no dolía ni la mitad de lo que le dolían los golpes de sus padres.

Se sentó en el sofá, por petición de su “amo” solo llevaba una camisa algo larga, era vieja y de promoción, en sus mejores tiempos había sido blanca. Esa era la única prenda que podía utilizar, Kei decía que si utilizaba pantalones o ropa interior se perdía mucho tiempo.

Escuchó la puerta principal y se levantó corriendo del sofá blanco, era realmente cómodo pero no podía sentarse ahí, Kei decía que su lugar era el suelo o encima de él.

- ¿Ya está todo listo? - El pelinegro ni lo miró al entrar, simplemente preguntó mientras dejaba unas bolsas encima de la mesa.

- Sí.

- ¿Y el té? - Ahora lo miró, Daiki se asustó, si no estaba todo en orden podía pagarlo muy caro y eso le asustaba. Se cogió el borde de la camisa y lo estiró algo hacia abajo, siempre que Kei le miraba intentaba ocultar su pene, aunque el resultado era casi nulo.

- Ahora se lo sirvo. - Siempre le hablaba de usted y nunca por el nombre, le había dejado muy claro que no podía llamarlo ni por el nombre ni por el apellido.

Fue casi corriendo a la cocina, puso el té en la taza y rezó para que aun estuviera caliente, no recordaba que Inoo también querría una taza, tenía suerte de haberse preparado uno y que sobrara lo suficiente para llenar otra taza. Salió de la cocina, Kei estaba sentado en el sofá, con los brazos cruzados al igual que sus piernas, observando cada movimiento que hacía el menor. Daiki cogió un posa-vasos y lo puso encima de la pequeña mesa de té que había delante del sofá. Era una mesa pequeña pero era lo suficientemente grande para dos tazas de té y un pequeño plato de pastas.

Inoo cogió la taza y bebió un poco, degustando cada sabor de ese té. La verdad es que le importaba poco el té pero ver la carita de espanto de ese cuerpo lleno de marcas hechas por él le excitaba.

- Está bueno. - Daiki suspiró aliviado. - Tendré que darte una recompensa. - Volvió a ponerse nervioso, como cada día, ahora tocaba esa sesión de sexo, y lo sabía. Seguía escondiendo su pene con las manos, no le servía de nada pero quería pensar que sí. Kei dejó la taza de té encima de la mesa, abrió un poco las piernas y se aproximó un poco hacia delante. - Acércate. - No podía desobedecer, siempre era mejor hacer lo que él ordenaba.
Movió pesadamente sus pies hasta quedarse cerca de él, Inoo puso sus manos en su trasero, acercándolo a escasos centímetros. El pelinegro miró hacia arriba, encontrándose con la cara asustada de Daiki, no quería que le hiciera aquello.

- No pongas esa cara, sé que te gusta. - Le apartó las manos que aun seguían ocultando lo que ahora más deseaba. - Y a él se que le encanta. - Le dio una larga lamida y Daiki cerró los ojos, no quería verlo, siempre era igual. Inoo empezó a lamerla constantemente, tenía que ponerla dura y lo haría con su lengua. Desde la base hasta la punta, lamidas en su pene entero se hacían constantes, aunque le daba repulsión le gustaba y eso era lo que más le decepcionaba, a Daiki le decepcionaba sentir placer a cada lamida de esa persona que siempre lo tomaba cuando más le apetecía.

Succionó la punta, absorbía como si fuese un biberón y él un bebé, eso al cuerpo de Daiki lo volvía loco y aunque él no lo dijese, Kei lo sabía. Empezó a levantarse lentamente, estaba logrando su objetivo y solo era el principio. Abrió los labios y se puso a besar por los laterales, dándole pequeñas lamidas cuando llegaba a sus testículos. Al menor empezaban a fallarle las piernas pero no diría nada, nunca decía nada.

- Acuéstate con las piernas abiertas. - Otra orden de su “amo” y no podía desobedecerla. - En el suelo no, acuéstate en el sofá. - Eso le extrañó pero solo asintió. Estaba semi erecto y eso lo notaba, desde el dolor hasta la excitación.

Se acostó en el sofá y abrió las piernas, sin esperar ni un solo segundo, Kei se lanzó directo a su pene, se lo metió en la boca y empezó a subir y bajar la cabeza. Le costaba horrores soportar la excitación, se odiaba por disfrutar de aquello. Cerró los ojos y se concentró en no gemir, no podía hacerlo, sería tirar su orgullo a la basura.

- Abre los ojos. - No quería hacerlo. - Abre los ojos ahora. - Debía hacerlo, si se enfadaba podía ser algo catastrófico. - Ahora mira cómo te la chupo. - Se tuvo que apoyar en sus codos, no quería mirar pero era una de sus órdenes, debía hacerlo.

Se la metió en la boca con los ojos fijos en los del menor, tenía que controlar que no desviara la mirada o cerrara los ojos, a Kei le gustaba tener espectadores, a alguien que lo mirase mientras hacía aquello. Su cabeza subía y bajaba aun con sus ojos fijos, Daiki soportaba como podía, aparte de sentirlo, verlo lo excitaba demasiado pero tenía que aguantar. Sus ojos empezaron a soltar algunas lágrimas, realmente se odiaba por hacer aquello pero tenía que hacerlo si quería un “hogar” en el que vivir.

Jadeó. Kei empezó a jadear, el pene de Daiki ya estaba duro y era su culpa, había sido por él y eso le hacía desear metérselo por el trasero hasta que le saliera por la garganta pero debía aguantar, nadie entraría en él, eso lo tenía claro desde que tuvo sexo por primera vez. Cogió una mano de Daiki y la puso encima de su cabeza, la otra fue viajando hasta debajo de la camisa del menor para apretarle uno de sus pezones, rodearlo rápidamente y apretar su punta mientras la giraba.

- Marca mi velocidad. - Simplemente dijo eso refiriéndose a la mano encima de su cabeza. Dio una succión a su punta, ahora solo se estaba centrando en la punta de su pene, lamiéndola por los lados, jugando con su lengua.

No podía marcarle ninguna velocidad, simplemente le cogía del pelo, desahogaba ahí las ganas de gritar que tenía. Volvió a metérsela entera dentro de su boca, ya que no hacia fuerza iba a la velocidad que quería, succionando como quería. Jadeaba cada vez que se la sacaba de la boca, su “obra maestra” estaba perfectamente erecta, pidiendo a gritos querer correrse pero no podía dejarla. Los sonidos que hacía el chico que tenía entre las piernas lo incitaban a gritar con todas sus fuerzas de placer pero nunca lo haría, nunca gemiría por tener sexo con él.

- ¿Te has dado cuenta de lo duro que estás? Luego no quieres que tengamos sexo.

Se levantó y se sentó en el suelo, entre la mesa y el sofá, cogió las piernas de Daiki y lo obligó a que se sentara, abrió sus piernas y volvió a metérsela en la boca, ya importándole poco si lo miraba o no. Su mano fue dentro de su propio pantalón, estaba duro y tenía que descargarse, aunque eso lo haría dentro de ese cuerpo que desprendía deseo.

No aguantaba más, necesitaba metérsela ya. Lo cogió de la mano y lo tiró en el suelo boca abajo, por la fuerza en la que lo hizo, tiró la mesa de té, volcando el líquido que había en el vaso manchando la moqueta. Kei abrió sus nalgas y, sin esperar, entró completamente en su cuerpo, embistiéndolo mientras gemía. Sí, su ano ya estaba acostumbrado a aquello, a sus embestidas fuertes, a sus pellizcos en la nalga derecha, a su mano en el hombro izquierdo que hacía fuerza para entrar más en él, y, aun así, su cuerpo sufría de placer cada vez que estaba completamente dentro.

Sus caderas se movían a un ritmo bastante rápido, Kei estaba excitado y de buen humor, eso significaba “penetraciones rápidas y en el punto exacto” porque, aunque nunca gritara para indicarlo, Inoo sabía dónde tenía que tocar para que perdiera su consciencia por algunos segundos. Su pene estaba apresado contra la moqueta, por las embestidas, rozaba y hacía algo de cosquillas pero dolía.

- Ven. - Kei habló en un gemido, lo cogió del pelo y lo obligó a sentarse encima de él, de espaldas a su pecho. - Empieza a saltar. - Se lo dijo al oído, por la cercanía que tenían no hacía falta gritar.

Saltó poco a poco, era una orden de Inoo, tenía que hacerlo. La mano del mayor fue a masturbar a su pene, sus labios estaban con su cuello y la otra mano estaba dentro de su boca, era excitante y quería saltar como nunca pero seguía controlándose.

- Salta más rápido. - Eso era lo que no quería escuchar, si se penetraba más rápido terminaría por tener un orgasmo y seguramente gritaría de placer. Apoyó una mano en el sofá, se echó un poco hacia este y empezó a saltar más rápido. -  Ah… Sí... Así... - Puso su mano en la espalda de Daiki aprovechando la pequeña distancia entre su cuerpo y el del menor.

El orgasmo llegaba tal y como lo había previsto Daiki y no pudo evitarlo, se dejó salir manchando la moqueta y algo del sofá. Por desgracia para él, gimió bastante fuerte. Inoo, al escuchar su gemido se alegró de cierta forma, lo suficiente para correrse dentro de su cuerpo.

Salió de él y se puso de pie, se abrochó el pantalón y lo vio con superioridad. El menor estaba con la frente apoyada en el mueble, respirando fuertemente, con su entrada y su pene goteando.

- Levántate y límpialo todo. - Y, dicho esto, se fue a su habitación, tenía deberes de la universidad que debía hacer.

Daiki se levantó, sus piernas temblaban por su reciente orgasmo. Quería ducharse, cambiarse de ropa pero Kei nunca le dejaba hacerlo, solo podía ducharse si él no estaba en casa y siempre tenía que dejarlo todo perfectamente ordenado y limpio.


Cuatro horas después, Kei salió de su habitación, era hora de cenar y tenía que estar hecha la cena a esa hora exacta. Olisqueó un poco y comprobó que estaba hecha. Miró donde hacía unas horas habían tenido sexo, estaba todo completamente limpio, no había manchas en la moqueta o el sofá, y así tenía que ser. Inoo había acogido a Daiki en su casa para tener un sirviente gratis pero después de ver cómo era su cuerpo, lo deseaba a cada minuto. Se enfadaba con él mismo por desearlo tanto, lo consideraba inferior que las ratas, de padres drogadictos y abusadores no podía salir nada bueno y él iba deseándolo a cada segundo.

Salió por la puerta de la cocina, llevaba dos platos en las manos y no podía esconder su miembro claramente visible por debajo de esa camisa que le había dado. Solo cuatro horas habían pasado desde que habían tenido sexo y al verlo así ya se excitaba, su cuerpo era una droga para el pelinegro.

- Ya está lista la cena. - Hablaba con miedo, siempre hablaba con miedo. A Inoo le encantaba sentir el miedo en ese cuerpo, lo utilizaba para cuando quería acostarse bruscamente con él, cualquier excusa valía para decirle que “x” cosa estaba mal e iba a castigarlo.

Se sentó en la mesa, cogió los palillos y empezó a comer, tenía que admitir que era buen cocinero, el ramen le salía perfecto. Nunca hablaban en la cena, Daiki no se atrevía a decir nada e Inoo pensaba que no había nada de qué hablar con él, simplemente, no quería perder el tiempo hablando con alguien inferior.

Terminó y se fue a su habitación, si seguía ahí seguramente lo tiraría encima de la mesa y lo penetraría hasta la muerte. Daiki lavó los platos y preparó su futón, dormía entre la mesa de té y las sillas del comedor. Puso su alarma y se durmió, al día siguiente tenía que levantarse pronto para hacer el desayuno.


Miraba por la ventana, nunca salía del apartamento, no tenía ropa para salir. Suspiró, el tiempo estaba tranquilo, el sol brillaba y escuchaba a unos pájaros cantar cerca de su ventana, tenía la sensación de que sería un buen día.

Hizo como siempre, fregar, limpiar y prepararlo todo para cuando Inoo volviera. Aprovechó para darse un relajante baño, lo necesitaba. Sus músculos se relajaron, casi se queda dormido pero recordó que tenía que limpiar el baño antes de que llegara.

Después de una hora, preparó un té para que Inoo tuviese algo que beber pero la puerta del apartamento le indicó que no estaba de muy buen humor. Apagó el fuego y salió lentamente de la cocina, estaba temblando, no quería que le hiciera daño. El pelinegro tenía la cara llena de furia, cogió la TV y la tiró al suelo, haciendo un gran ruido al romperse.

- ¿¡Por qué tiene que ser tan jodidamente repelente!? - No sabía a quién se refería, seguramente a alguien de la universidad.

- ¿Está bien?

- ¿¡Tengo pinta de estar bien!? - Le pegó una patada a la mesa de té, lanzándola por los aires.

- ¿Qué ha ocurrido? - Si lo tranquilizaba lo más seguro era que no le hiciera nada, eso era lo importante en esos momentos para Daiki.

- ¿Qué te importa? - Lo dijo con desprecio, no quería seguir mirándolo, tenía que acostarse y olvidarse de todo, o terminaría rompiendo muchas más cosas. Chasqueó la lengua y fue a su habitación, cerrando la puerta fuertemente, Daiki suspiró aliviado, al menos no le había hecho nada.


Faltaba una hora para ser la hora de cenar. Kei salió de su habitación con un claro objetivo, Daiki. Este estaba terminando de recoger los cristales de la TV, siempre quedaba alguno y tenía que recogerlos muy bien, él no tenía zapatos. Se acercó al menor por detrás y lo abrazó por los hombros, este se quedó helado, no esperaba a su “amo” hasta la hora de cenar, suponía que después de cenar follarían como conejos hasta que lo echaría a patadas de su habitación.

- Ven conmigo. - Le susurró cerca de su oído, le cogió de la mano y todos los pequeños cristales que tenía se cayeron al suelo.

Fue arrastrado hasta dentro de la habitación de Kei, este cerró la puerta y se sentó en la cama, dejando a Daiki de pie, intentando cubrirse y con un interrogante en la cabeza.

- Abre el primer cajón de la mesita, ahí hay una cosa para ti. - Daiki se temía lo peor. Se acercó y abrió el cajón, había un pene de plástico de un gran tamaño. No había nada más así que lo cogió y se lo enseñó. - Muy bien, ahora quiero que te masturbes y te lo metas.

Abrió mucho los ojos, nunca había hecho aquello y era demasiado vergonzoso. Había practicado sexo de mil formas pero siempre era Kei el que lo hacía, nunca él.

- ¿A qué esperas? Vamos. - Se cruzó de piernas y siguió observándolo fijamente. Daiki tragó la escasa saliva, tendría que hacerlo.

Dejó de cubrir su miembro y se lo cogió con una mano, Inoo se lo había hecho millones de veces así que sabía perfectamente como se hacía, cerró los ojos fuertemente y movió su mano. Solo una vez bastó para darse cuenta de que el chico que lo miraba lo hacía mejor que él.

- Abre los ojos, ¿Cómo tengo que decirte que me mires mientras lo haces? - Abrió los ojos, el pelinegro tenía una sonrisa lasciva. - ¿Vas a seguir moviendo tu mano o quieres que lo haga yo?

Sin dejar de mirarle, empezó a mover su mano, lo hacía lento pero notaba cada uno de sus dedos. Notaba un poco de placer, se parecía a ese placer que sentía cuando Kei lo tocaba, cuando le besaba la punta, cuando le lamía las piernas. Se estaba excitando demasiado, su mano ya iba más rápida mientras lo observaban y se odiaba por ello, no quería hacer aquello y lo disfrutaba.

- Parece que te gusta más hacértelo tú que cuando yo te lo hago. - No sabía si eso era bueno o malo. Sonrió más lascivamente y desvió su mirada al pene de plástico. - Lámelo. 

Lentamente, Daiki se llevó aquel objeto a la boca, sacando solo un poco la lengua para lamerlo. Sabía a plástico, aquello no estaba fabricado para que lo lamieran, eso estaba claro. Bajo la atenta mirada de Kei decidió lamerlo más mientras seguía masturbándose cada vez más fuerte, con un poco de suerte solo entraría en él aquel objeto y no él, odiaba esa sensación placentera cuando se corría dentro. Vio como se abría la cremallera y se bajaba el pantalón junto con la ropa interior hasta la rodilla.

- Ven y lámelo como la puta que eres.

Dejó el pene de plástico, se acercó a Inoo, se arrodilló en el suelo y el mayor abrió algo más las piernas, dejando ver su falo completamente erecto. Daiki se lo metió en la boca, movía su lengua, eso le encantaba a Kei, lo sabía por los jadeos que siempre dejaba salir de su boca.

Se echó un poco hacia delante, cogió el pene de plástico y se lo metió de una a Daiki, él no lo había hecho y eso había estado muy mal, pero ahora tenía el placer de poder hacerlo él mismo. Movía su mano haciendo entrar y salir ese pene, el chico seguía moviendo su cabeza encima de su pene, eso era lo que realmente le importaba. Le cogió una mano y la acompañó hasta donde estaba el objeto penetrándole.

- Hazlo tu mismo.

Vio cómo Daiki cogía el objeto y lo metía y sacaba de dentro de su cuerpo, aquello era demasiado excitante. Llevó sus dos manos encima de la cabeza de Daiki, le marcó el ritmo y la profundidad, casi se atraganta pero debía soportarlo, claramente, sin dejar de auto penetrarse con aquello.

Siguieron así unos minutos, Kei no le dejaba cambiar de posición, simplemente era así. Notó un cosquilleo en su entre pierna, el pelinegro estaba a punto de correrse gracias a esa imagen. Apartó a Daiki para que dejara su miembro en paz pero no lo apartó, puso el pene chocando con la cara de Daiki, aguantaba la cara de este cogiéndolo del pelo. Se masturbó un poco hasta que se corrió, manchando completamente toda la cara del menor.

Esa imagen lo volvía a encender, el menor tenía la cara llena de su semilla blanca y pegajosa, con los ojos cerrados para que no entrara el líquido en ellos.

- Levántate y haz la cena, es casi la hora.

Se quitó el semen de la cara con la camisa, se quitó el pene de plástico de su interior y se levantó del suelo.

- ¿Te he dicho que te lo saques? - Se quedó mirándolo con los ojos muy abiertos. - Déjate el pene dentro.

- ¿Cómo?

- Haz la cena ya, tengo hambre. - Se acostó en la cama sin mirarlo a la cara.

Caminaba como podía, le dolía al caminar pero sabía que si se lo sacaba habría problemas. Hizo una cena rápida y cuando salió de la cocina ya estaba esperándolo en la mesa. Le puso el plato delante y se sentó en su sitio, le dolía el trasero y a la vez le excitaba, se odiaba en esos momentos.

Kei empezó a comer, aunque fuera algo muy simple estaba bueno, nunca lo diría, pero era la verdad. Veía cada cara que hacía el menor mientras comía, lo deseaba, siempre y más si hacía esas caras.

- Salta. - Una sola palabra le hizo dejar de comer. Daiki dejó los palillos en la mesa y miró hacia su “amo”, no podía pedirle aquello.

- Pero... - Ya la había cagado, nunca le repliques nada a Inoo. Bajó la mirada y saltó, notando como entraba más en él.

- ¿He dicho que pares? - Su voz sonaba enfadada, tenía que hacerlo así que empezó a saltar repetidas veces encima de ese objeto que le penetraba a cada movimiento.

Sin quererlo, Daiki jadeaba, se estaba excitando y no podía parar o el castigo sería peor. Para su “mala” suerte, Kei también se estaba excitando, vaya si deseaba ese cuerpo, era demasiada la tentación pero no podía volver a caer en ella, se levantó y casi corriendo fue a su habitación, cerrando la puerta detrás de él.

Daiki lo observó y cesó sus movimientos, se sacó de dentro aquel objeto y lo tiró al suelo con odio, se odiaba por excitarse con aquello. Quería una ducha e irse a dormir pero tenía que limpiar la mesa, al menos ya no estaba Inoo por ahí para ordenarle que hiciera cualquier barbaridad.


Limpiaba la casa como siempre, solo vestido con su camisa un poco larga. Últimamente todo había ido a peor, Kei le quería en su cama al menos dos veces al día, había dejado de pegarle pero no quería hacer nada malo por si acaso volvía a hacerlo, tenía miedo. Suspiró dejando la aspiradora a un lado, si ahora se sentaba en el sofá descansaría sus adoloridas piernas, podría reponer fuerzas para esa noche pero a la vez no quería hacerlo, algo dentro de él quería que Inoo entrara por esa puerta y se lo hiciera tan fuerte como lo había hecho hace escasas horas, antes de irse a la universidad, aunque eso significara sentir más asco hacia su persona.

Dejó el pensamiento del sofá y se encaminó a la ventana, hacía un buen día, los pájaros cantaban, la brisa del mediodía chocaba con su cara, el sol brillaba en uno de sus puntos más altos, dando ese calor especial. Hacía mucho tiempo que no salía a la calle, desde que se escapó de su casa y se puso a vivir con su “amo” que no había vuelto a pisar la calle, aunque tampoco tenía ropa para hacerlo, ni el permiso de él.

Una idea pasó por su mente, algo que nunca lo hubiera pensado, desobedecer a Inoo. Miró el reloj, aun faltaban algunas horas para que saliera de la universidad, si encontraba ropa del mayor, podría dar una vuelta por el barrio, no tenía por qué enterarse y podría volver a respirar ese aire fresco que tanto le gustaba.

Fue al armario corriendo, buscando entre todos los cajones, sacando una camisa negra y unos pantalones vaqueros del mismo color, se los puso como pudo, los pantalones le venían un poco largos pero lo disimularía con las zapatillas que tenía delante de él, dentro del armario, no era su número de pié, pero al menos no las iría perdiendo. Se puso la camisa, abrochando todos los botones, le quedaba sorprendentemente bien, incluso desabrochó dos de ellos para que se viera algo de su pecho. Se miró fijamente al espejo, suspirando con una sonrisa, hacía demasiado tiempo que no se veía vestido, siempre llevaba esa camisa o estaba desnudo por culpa de Inoo, últimamente no se había visto al espejo ni una vez, encontrándose ahora con una agradable sorpresa el pelo algo largo que tenía.

Asintió para darse ánimos a sí mismo, salió lentamente de la habitación y miró todo su alrededor, toda la casa estaba completamente limpia, punto para él, no podía permitirse ni una mota de polvo, o si no lo tendría mal cuando volviera a casa. Abrió la puerta principal con miedo, sus manos temblaban entre nerviosas y ansiosas, la luz del pasillo del edificio chocó contra sus ojos, cegándolo por escasos segundos antes de ver con claridad, era como un escenario nuevo delante de sus ojos.

Cerró la puerta y caminó por todo el pasillo, llegando hasta el ascensor, no quería volver a estar apresado dentro de algo, prefirió ir por las escaleras aunque no sabía en qué piso estaba, solo sabía que estaba en uno de los últimos. Cada escalón que bajaba era un paso más hacia la libertad, hasta que vio la puerta de la salida delante de él, brillando con el sol de mediodía que atravesaba por los cristales de esta.

- Por fin... - Respiró profundamente al dar un paso fuera, era la mejor sensación que había sentido en todo aquel tiempo, el mejor aire que había respirado.

Empezó a caminar por la primera calle que vio, observando los distintos tipos de edificios que había a su alrededor, cada paso que daba, memorizaba la vuelta a casa para no perderse, no le haría ningún bien perderse. Escuchó algunos murmullos procedentes de una calle que no estaba muy lejos, la curiosidad le ganó y se acercó hacia aquella calle, viendo al girar la esquina que toda la gente estaba en la calle. Miró extrañado cada rostro que no se le hacía conocido, no sabía el por qué estaban todos en la calle hasta que una frase escuchada esa misma mañana le vino a la cabeza “Hoy es fiesta, llegaré antes.” Dicha por Inoo para que le hiciera la comida antes.

Su cuerpo entero empezó a temblar, lo había olvidado al meterse esa estúpida idea de dar una vuelta en su cabeza. Tragó la escasa saliva que tenía en su garganta, no podía estar sucediendo aquello, no podía habérsele olvidado eso. Dio media vuelta para volver sobre sus pasos, tenía que volver cuanto antes pero alguien cogió su brazo. Se quedó blanco, pensaba que ya lo habían descubierto, se ganaría la paliza de su vida cuando llegaran a casa pero al girarse lentamente solo vio a dos chicas más o menos de su altura, tenían el cabello teñido y llevaban una minifalda que les cubría lo justo, parecía que le invitaban a ir con ellas.

- Lo siento pero tengo que volver...

- Claro que no, nadie tiene que volver un día como hoy. -Le guiñó un ojo y la otra tiró de su brazo, haciéndole caminar hasta un grupo de chicas, todas casi iguales, Daiki pensó que eran clones, llevaban diez kilos de maquillaje encima, faldas muy cortas y un escote que dejaba poco a la imaginación.

- Mirad chicas. -La chica que le tenía cogido por el brazo le dio una vuelta para que todas lo vieran, asintiendo y cuchicheando bajo, soltando algunas risitas que le llegaban a dar realmente miedo.- Es perfecto para sacarle celos.

- ¿Tu también lo crees? Porque yo creo que es completamente perfecto...

***

Daiki forcejeaba y suplicaba porque lo dejaran ir, pero aquellas extrañas chicas hacían caso omiso a sus peticiones, necesitaba volver, tenía que volver a su “hogar” antes de que Kei llegara y se diera cuenta de su ausencia. Lo llevaron a mezclarse entre la multitud de gente, en otra situación disfrutaría de las festividades, pero ese no era el momento, realmente no lo era.

- ¡Allá está! – Dijo una de las chicas, señalando hacía el otro lado de la calle, los ojos de Daiki se giraron para ver hacía aquel lugar, sintiendo sus piernas flaquear al ver a la persona que menos quería encontrarse.

- Este es tu día de suerte Akane-chan, hoy por fin Inoo-san se dará cuenta de sus sentimientos por ti – dijo una de las chicas que lo sostenía del brazo.

Daiki las miró confundido ¿acaso aquella chica al frente suyo estaba enamorada de Inoo? Simplemente no podía creerlo, ella no podía amar a alguien tan despreciable cómo él, si tan solo supiera las cosas terribles que le obliga a hacer. Pero Daiki no tuvo tiempo para pensar al ser tomado del brazo por aquella chica llamada Akane, caminando con pasos torpes junto a ella, quién sonreía sin saber absolutamente nada de lo que estaba a punto de hacer, llevándolo a la boca del lobo.

- No te preocupes, solo será por un rato – dijo la chica, afianzándose más a su brazo.

- No, por favor… - murmuró asustado y su cuerpo se paralizó al sentir la mirada de Kei sobre él.

- Inoo-san, te presento a mi novio – dijo la chica sin dejar de sonreír, pensando que por fin iba a conseguir lo que tanto añoraba.

Pero Kei no la determinaba en lo absoluto, su mirada estaba fija en el castaño que lo miraba con terror, con ese rostro lleno de temor que tanto le volvía loco. Tenía un montón de preguntas pasando por su cabeza, pero lo que si tenía claro era que Daiki había intentado huir de él y estaba molesto, realmente lo estaba, no tan solo por eso, sino también por la desagradable chica que sostenía su brazo, en lo que él consideraba cómo su propiedad.

Daiki temblaba, quería salir corriendo pero sus piernas no daban señal alguna de querer moverse y su corazón dio un tremendo vuelco al ser tomado del brazo por Kei, siendo su espalda estampada con algo de brusquedad contra el muro de un local cercano. Cerró los ojos esperando a que le diera una paliza, pero lo que sintió a continuación no se lo esperaba nunca, Kei lo besaba de manera demandante en frente de todos los que estaban a su alrededor, tanto como el castaño y como el pelinegro estaban sorprendidos por tal cosa, era la primera vez que sus labios se juntaban y la sensación, que aunque ninguno quería reconocer, les sabía a gloria. Daiki con dificultad correspondía al beso, sintiendo la lengua de Kei adentrarse en su cavidad, al mismo tiempo que masajeaba sus nalgas por encima del pantalón.

- Inoo-san tú… - Decía la chica viendo horrorizada tal escena, dolida se acercó a ellos con la intención de separarlos, pero Kei de inmediato la empujó con uno de sus brazos.

- ¡Oye! ¿Pero qué haces? – Dijo una de las otras chicas acercándose junto con las demás  ayudando a levantar a la que estaba en el suelo.

- Todas ustedes son unas zorras – decía con furia – no me interesa tener la más mínima relación con alguna de ustedes ¡Me dan asco! ¡Déjenme en paz! – Gritó finalmente, levándose a Daiki casi a rastras.

- Yo no quería… - Daiki calló al ver la fulminante mirada de Kei sobre él, así que prefirió callarse y esperar el severo castigo que recibiría al llegar a casa. Entraron ambos al apartamento y al llegar a la habitación de Inoo, éste lo arrojó sobre la cama.

- Quítate la ropa y ponte en cuatro – dijo serio, disfrutando de ver al pobre chico levantarse de la cama y con la misma velocidad quitarse cada prenda de su cuerpo.

Kei se quitó el cinturón de su pantalón, dispuesto a pegarle, quería masacrarlo a golpes por su desobediencia, por lo mal agradecido que había sido al pensar en huir, por desearlo tanto. Daiki volvió a cerrar los ojos, ya en la posición que le habían ordenado, esperando a la inminente golpiza, pero ésta no llegó, Kei lo miraba con claro enojo, sosteniendo fuertemente el cinturón con la mano derecha, odiándose a sí mismo por no tener las agallas para golpearlo ¿Desde cuándo se había vuelto tan blando con alguien tan insignificante cómo él?

- ¡Eres molesto! – Exclamó enfadado, pero más consigo mismo.

Tiró el objeto al suelo y dio un fuerte grito, jalándose un poco el cabello por toda la frustración que sentía en esos momentos. Se acercó a la cama y de un solo movimiento hizo que Daiki se acostara boca arriba sobre ella, posicionándose él encima, sosteniendo fuertemente con sus manos las muñecas del más chico. No podía negar que Daiki era hermoso, que tenía un cuerpo que le incitaba a querer tomarlo a cada momento ¿Pero qué había más allá? ¿Por qué lo había besado en plena calle si nunca lo había hecho estando en la intimidad de su casa? ¿Por qué a pesar de querer castigarlo cómo debía no lo hacía? Tenía que reprenderlo, había intentado huir y eso era motivo de castigo, pero algo en él estaba mal desde hace tiempo, algo que lo atormentaba cada día.

- Yo… - Daiki quería hablar, quería explicarle que no intentaba huir, además ¿por qué lo haría? Si no tenía ningún lugar a donde ir.

- Lo que hiciste hoy ha estado muy mal Dai-chan – dijo bajando lentamente sus manos hasta llegar a sus tetillas, pellizcándolas con fuerza, haciendo gritar al menor.

Llevó sus labios a su cuello, lamiéndolo y mordiéndolo con vehemencia, lo marcaría todas las veces que le fueran necesarias para que se acordara de que tenía un dueño y que jamás en su vida se le volviera a ocurrir la idea de abandonarlo. Aunque a Daiki le dolían aquellas mordidas, de alguna forma sentía que las merecía, había desobedecido a su amo y éste debía de castigarlo, pero al mismo tiempo sentía ese placer que tanto asco le daba, pero que por más que quisiera no podía negar que le encantaba, que disfrutaba plenamente de las embestidas tan toscas que terminaba dándole.

No hubo parte del cuerpo de Daiki que no hubiese sido marcado de esa manera por Kei, quién visualizaba con orgullo la sangre que comenzaba a brotar de aquellas heridas, lamiéndola, saboreándola. Rápidamente fue quitándose la ropa, sin apartar sus labios del cuerpo del castaño, volviendo a su cuello y llevando una de sus manos hacia la mesita de noche, sacando del primer cajón aquel pene de plástico que ya varias veces había utilizado con Daiki, pero esa vez intentaría algo nuevo.

- Vuelve a ponerte en cuatro – Daiki asintió, mirándolo asustado mientras Kei se apartaba de él para que pudiera acomodarse, sintiendo de inmediato su lengua adentrarse en su ano, intentando callar sus gemidos mordiendo la almohada – No hagas eso – dijo dándole una fuerte palmada en su trasero – quiero escucharte - Daiki no pudo hacer más que obedecer, así eso significara botar su orgullo por la borda.

Kei metía su lengua lo más profundo que podía, lubricando aquella entrada para lo que vendría, disfrutando de escuchar los gemidos de placer de Daiki, haciendo que se calentara mucho más, introdujo el pene de plástico dentro del menor, quién soltó un grito de dolor al ser penetrado tan de repente por ese objeto.

- ¿Te gusta? – Preguntó sin dejar de mover el pene de plástico de adentro hacia afuera, mientras bajaba su mano libre hasta su propio miembro que estaba duro como una roca - ¡Responde! – Exclamó un poco molesto, penetrándolo con más fuerza sin dejar de masturbar su pene.

- Me… me… gus…ta… - Jadeaba Daiki, odiándose por decir esas palabras y lo que lo hacía más repugnante es que era cierto.

- ¿Te gusta más que mi pene? – Volvió a preguntar, repartiendo lamidas en sus nalgas, Daiki no sabía que decir, no quería dejar que su orgullo cayera tan bajo, pero si no lo hacía sentía que todo iría a peor.

- Me… gusta… más… tu… - No pudo terminar su frase ya que se había corrido, manchando la sábana.

- ¿Te gusta más qué? – Dijo tomando un poco del semen del castaño con uno de sus dedos, llevándolo hasta su boca, era también la primera vez que lo probaba, siempre había pensado que no valía la pena probar nada de lo que viniera de él, pero en esos momentos le sabía tan exquisito.

- Me gusta… tu… pene… - Dijo nuevamente jadeante, con sus piernas temblando por su reciente orgasmo.

- ¿No te gustaría sentirlos a ambos? – Preguntó haciendo que el menor palideciera.

- No… - Ladeó su rostro mirándolo con súplica, aquello sería doloroso, lo sabía.

- Vamos, te va a gustar – sonrió de una manera demasiado escalofriante – hay suficiente espacio para los dos – dijo metiendo su dedo pulgar en aquella cavidad ya ocupada por el pene de plástico.

Y sin más miramientos, introdujo lentamente su pene, sintiendo la estrechez de ésta y más por tener ese objeto dentro, mientras Daiki gritaba de dolor, aferrándose a las sábanas con sus manos, tensando todo su cuerpo, dolía, dolía mucho.

- Relá…jate… - Jadeó Kei al sentir su pene aprisionado con más fuerza por esa entrada.

Daiki trataba de tranquilizarse, pero el dolor era tan incesante que se le hacía realmente difícil conseguirlo. Kei comenzó con las embestidas de inmediato, sosteniendo con ambas manos las caderas del menor para entrar más en él, mientras escuchaba sus quejidos de dolor mezclándose con sus gemidos de placer. Poco a poco Daiki se acostumbraba a aquella intromisión, sintiendo placer al ser embestido de esa manera, así que comenzó a gemir, no podía dejar de hacerlo.

- Te dije que te iba a gustar – decía Kei mientras tomaba el pene del menor, masturbándolo – eres toda una putita, me gustas, me encantas y eres mía – dijo sacando el pene de plástico del interior de Daiki, tirándolo al suelo y sin salir de él, lo volteó bruscamente, dejándolo boca arriba.

Su mirada se dirigió a sus labios, aquellos dulces y suaves labios que hacía poco había probado, volviéndolos a juntar con los suyos, besándolo con desenfreno, volviéndose completamente adicto a ellos. Siguió con las fuertes embestidas, hasta correrse finalmente en el interior del menor, soltando ambos un fuerte gemido entre besos.

- Te… Tengo que hacer… la cena – jadeaba Daiki adolorido, al haber recobrado la respiración, aunque en esos momentos lo que menos quería era hacer algo.

- Pediré algo para comer – dijo Kei levantándose de encima de Daiki, poniéndose sus bóxer, bajo la mirada del menor, quién lo miraba con extrañeza, en ocasiones anteriores no importaba que tan agotado o adolorido estaba, siempre tenía que ir a hacer la cena – levántate y limpia todo este desastre – dijo saliendo de la habitación.

Daiki se levantó como pudo, notando que había algo de sangre en su parte trasera, tenía muchas ganas de limpiarse pero no podía hacerlo, no si Kei estaba en casa. Con dificultad para caminar quitó las sábanas sucias para luego cambiarlas por unas limpias, recogió la ropa tirada en el suelo y el pene de plástico, lavándolo y secándolo para meterlo luego en su lugar en la mesa de noche.

- Así me gusta, que seas obediente – dijo Kei abrazando a Daiki por la espalda – no pensarás escaparte de nuevo ¿verdad?

- No, no lo haré – dijo con temor.

- Buen chico – lamió su mejilla – la comida llegará dentro de media hora, así que tenemos tiempo para tomarnos un baño – dijo tomando la mano de Daiki, mientras éste lo miraba sorprendido ¿en serio le estaba diciendo eso? ¿Qué se bañaran juntos?

Kei se quitó el bóxer y entró junto con Daiki a la ducha, apoderándose nuevamente de sus labios, mientras sentían bajar el agua por sus cuerpos, el pelinegro estaba confundido, horrorizado por lo que estaba haciendo, pero aun así se dejaba llevar, mientras que Daiki sólo se dejaba hacer por miedo a que lo lastimara más de lo que ya lo había hecho, pero agradecía que así al menos podría limpiarse.

- Puedes usar esa camisa si quieres, ya la usaste, ya no la quiero – dijo Kei fríamente al salir ambos del baño, refiriéndose a la camisa negra que había usado Daiki esa tarde – Ya llegó la pizza – dijo al escuchar el timbre del apartamento.

El castaño asintió y fue por la camisa que había dejado en el cuarto de la lavadora, poniéndosela de inmediato, notando que ésta le quedaba un poco más larga que la que usaba diariamente y luego fue rápidamente hasta la cocina tomando un par de platos y sacando unas bebidas de la nevera, poniendo todo encima de la mesa, poniendo los pedazos de piza en cada plato, quejándose luego del dolor al sentarse en su silla. Comieron en silencio como siempre lo hacían y al terminar, luego de lavar los trastes y limpiar la mesa, Daiki fue en busca de su futón, pero una mano tomando su brazo lo detuvo.

- De ahora en adelante dormirás conmigo en mi cama, no sea que ahora se te dé por escaparte de noche – dijo con la misma frialdad, llevando casi a rastras a Daiki a su habitación.

Éste último pensó que terminarían teniendo sexo el resto de la noche, pero se sorprendió al ver que Kei se acostó a su lado abrazándolo con fuerza, como queriendo que no intentara escapar, que no se fuera de su lado, su corazón dio un vuelco extraño por esa acción, aunque de cierto modo le alegraba que volvería a dormir en una cama cómoda, aunque la compartiera con el monstruo de Inoo.

Pasaron dos semanas en las que Kei estaba con su cabeza toda hecha un lío, además de comenzar a dormir junto a Daiki y a bañarse también junto a él, le había dado la orden de que antes de salir o de llegar a casa, tenía que besarlo, así como había visto alguna vez en las estúpidas películas románticas que tan absurdas le resultaban. Le atormentaba tomar esa actitud tan de repente con esa persona que él consideraba insignificante, mientras que por el otro lado, Daiki se sentía igual de confundido, no entendía nada de lo que estaba pasando por la cabeza de Kei, pero algo dentro de él estaba cambiando y eso también le asustaba.

Pero lo que más le atormentaba a Kei, eran esas terribles ganas de poseer a Daiki, pero no lo había hecho en todos esos días ya que pensaba en lo problemático que sería el hacerle la herida en el ano un poco más grande, ya que le dolía mucho y por más que disfrutara el verlo sufrir, el que no disfrutara a plenitud el sexo con él, no le satisfacía en lo absoluto y por su cabeza solo rondaba una idea, algo que se había prometido no hacer desde la primera vez que tuvo sexo con alguien, pero la situación lo ameritaba y el deseo de hacerlo le excitaba mucho.

- Dai-chan… - Susurró Kei lamiendo el cuello de Daiki, mientras acariciaba sus piernas. Se encontraban acostados sobre la cama, supuestamente para ir a dormir como últimamente habían hecho, pero al sentir esas caricias sobre su piel el castaño supo que sus días de “descanso” habían terminado, así que resignado giró su cuerpo quedando frente a frente con su “amo”.

Comenzaron a besarse, mientras Kei le desabotonaba la camisa a Daiki, hasta quitársela por completo, llevando sus labios hasta su pecho, lamiendo y succionando cada una de sus tetillas, lo hacía con una lentitud tan extraña en él y eso el castaño lo notaba. Bajó sus besos hasta la entrepierna del menor, dándole una lamida a aquel miembro que en secreto deseaba tener dentro, lo introdujo en su boca, jadeando al sentir como poco a poco se endurecía, le emocionaba escuchar sus leves gemidos, el hacerle sentir todas esas sensaciones, le enorgullecía el haber sido el primero que había tomado aquel cuerpo de tentación, el tenerlo exclusivamente para él.

Se apartó un poco para quitarse las prendas que componían su pijama y ya desnudo se posicionó sobre el menor, dejando su trasero a la vista de Daiki, quién lo miraba perplejo, volviendo a introducir el miembro de éste en su boca.

- Lámelo… lame mi ano… - Dijo sacando por unos momentos el pene de su boca, volviendo luego con su labor.

Daiki estaba sorprendido, aturdido ¿en serio le estaba pidiendo eso? No sabía muy bien que tenía que hacer, no entendía que estaba pasando. Kei comenzó a mover sus caderas, como rogándole de que comenzara de una vez con la preparación previa, tomó el trasero del pelinegro entre sus temblorosas manos, nervioso, era la primera vez que le hacía ese tipo de petición, pero tenía que hacer algo antes de que se molestara y decidiera reprenderlo, así que con algo de dudas acercó su rostro a aquella cavidad, rodeando el contorno de ésta con la punta de su lengua y haciendo memoria de todas las veces en las que Kei le había hecho lo mismo, la introdujo, sacándole de inmediato un sonoro gemido al que estaba chupando su pene como si de un dulce se tratara.

Kei estaba realmente excitado, los movimientos de la lengua de Daiki, aunque algo torpes lo ponían a mil. Seguía moviendo sus caderas al compás de las embestidas que le daba el castaño con ese músculo de su cavidad bucal, pero quería más, necesitaba más de él. Así que sin hacerse esperar más, se quitó de encima de él, sentándose a horcajadas sobre su cadera, rozando la punta de su miembro con su ano, jadeando de sentir esa dureza chocar con su entrada.

Daiki lo miraba confuso, sorprendido ¿acaso en verdad Kei quería que lo penetrara? Pero no tuvo más tiempo para pensar al sentir esas paredes rodear su miembro, sin poder evitar gemir de lo delicioso que le resultaba estar ahí dentro. Kei se quejaba del dolor, pero se sentía tan satisfecho de por fin estar cumpliendo una de sus más secretas fantasías. Apoyó sus manos sobre el pecho del menor, esperando acostumbrarse pronto a esa invasión, que a pesar de ser dolorosa le llenaba de mucho gozo. El castaño volvió a llevar sus manos a las caderas del pelinegro y haciendo caso a sus deseos lo movió de delante hacia atrás levemente, sacándole un gemido de infinito placer, siendo el aliciente para comenzar a saltar sobre ese pene que tanto lo estaba enloqueciendo, escuchando ese sonido húmedo que provenía del choque entre sus cuerpos. Ambos lo disfrutaban, no podían negarse por más tiempo de todo lo que sentían en esos momentos.

Kei volvió a quitarse de su encima, acostándose a su lado sobre la cama, abriendo las piernas lo más que podía, Daiki no necesitó de que él le dijera algo para posicionar su cuerpo entre ellas, penetrándolo nuevamente de una sola estocada, embistiendo fuerte desde el comienzo y eso a Kei le fascinaba, rodeó la cintura del menor con sus piernas, haciendo la fricción mucho más deliciosa.

- Di… mí… nom…bre… - Dijo Kei entrecortadamente, haciendo que Daiki se detuviera de golpe, observándolo por unos segundos. El pelinegro estaba empapado de sudor, con su boca entreabierta, con un notable sonrojo en sus mejillas y con sus ojos suplicantes, pidiéndole con estos que continuara y el hecho de que quisiera que dijera su nombre le resultaba muy extraño, lo tenía completamente a su merced, sumiso a lo que el castaño le pidiera.

- Kei… - Susurró su nombre, uniendo luego sus labios en un fogoso beso, acompañado nuevamente de esas embestidas que los volvía locos a ambos, dando rienda suelta a todos esos confusos sentimientos.

Siguieron con el mismo vaivén, besándose, acariciándose profundamente, Daiki podía sentir las uñas de Kei crear marcas en su espalda, gimiendo, jadeando por más, contrayendo su entrada para sentir más al menor, sin dejar de gritar sus nombres. Todo era tan nuevo, tan sumamente extraño, sus corazones palpitaban agitados, no solo por la actividad física que estaban realizando, sino por algo más y ellos lo sabían, desde hacía mucho lo sabían. El tan ansiado orgasmo llegó y ambos se corrieron casi al mismo tiempo, gimiendo el pelinegro al sentir ese caliente semen mojar su entrada y el suyo mojar ambos vientres.

Daiki salió de su interior, permaneciendo en la misma posición, besando nuevamente los labios de la persona que tantas humillaciones le habían hecho pasar y que esa noche quizás le había entregado algo que había guardado con tanto recelo, algo que quizás nunca le había dado a alguien más y eso de algún modo lo hacía sentirse especial.

Despertó sintiendo un dolor punzante en su trasero, abriendo lentamente los ojos, notando que estaba solo en su cama y también en su habitación, recordando fugazmente lo que había pasado la noche anterior, se levantó despacio de la cama, cuidando de no lastimarse, no podía creer que hubiese bajado tanto la guardia y que permitiera que el castaño le hiciese todas esas cosas, pero no se arrepentía, de hecho, quería volverlo a hacer, deseaba ser nuevamente suyo.

Tomó una ducha rápida y salió de la habitación, caminando despacio, percibiendo un agradable olor venir de la cocina, viendo a Daiki salir de ésta con dos platos, poniéndolos sobre la mesa, llevando puesta la camisa negra que le había dado hacía un par de semanas.

- Buenos días – dijo Kei haciendo sobre saltar al menor.

- Buenos… Días… - Dijo éste un poco nervioso.

El mayor se sentó en su silla de siempre, comenzando a comer el delicioso desayuno que había preparado el menor, en verdad que era un buen cocinero.

- ¿Necesitas que traiga algo de afuera? – Dijo Kei comiendo tranquilamente, viendo como Daiki lo miraba extrañado, no era normal que Kei le hablara mientras comían.

- Cre… creo que hace falta algo de detergente para la ropa – dijo temeroso.

- Está bien ¿algo más? – El menor negó con la cabeza - Estuvo delicioso – dijo Kei, haciendo que el menor volviera a quedar perplejo ante sus palabras – me tengo que ir ya, se me hace tarde – dijo volviendo a su cuarto para tomar su bolso y luego ir hasta la entrada del apartamento poniéndose sus zapatos.

Daiki aún entre su confusión, fue hasta la entrada también y al ver a Kei de pie, se acercó para besarlo, como le había ordenado hacía un tiempo que tenía que hacerlo, pero aquel beso le sabía tan diferente.

- Llegaré hasta la noche – dijo el pelinegro al terminar el beso, notando el sonrojado rostro de Daiki, sintiendo su corazón latir frenéticamente.

- Que tengas buen día – dijo el castaño todavía nervioso.

- Lo… mismo… - Dijo finalmente, saliendo rápidamente del apartamento.

Los días pasaron y Kei volvió a poseer a Daiki luego de ver que su herida en el ano había sanado completamente, pero también se dejaba hacer del castaño, gozando ambos de ese cambio de roles, aunque no quisieran admitirlo abiertamente. Tal vez no necesitaban las palabras para hacerle saber al otro lo que sentían, de lo mucho que habían empezado a necesitarse, ambos comenzaban a mirarse de manera diferente, a Daiki le agradaba que Kei lo elogiara por su comida, que ya no fuera tan tosco y grosero con él, mientras que Kei disfrutaba de la compañía del menor, de las conversaciones que de vez en cuando tenían mientras comían, de su rostro sonrojado.

- ¡Que frío hace! – Exclamó una chica, tratando de cubrirse lo más posible con su chaqueta.

- Si, ya pronto llegará el invierno – dijo la chica que caminaba a su lado.

Y era cierto, pronto llegaría el invierno y el frío sería azotador, de repente la imagen del chico que lo esperaba en casa cruzó por su mente, él solo le permitía tener una camisa como única prenda. Suspiró pesadamente, desviando su camino, entrando a una tienda que no quedaba muy lejos de donde estaba.

Daiki se encontraba sentado en el sofá, descansando un poco de todos los quehaceres que había hecho durante el día, levantándose de inmediato al escuchar la puerta abrirse, viendo a Kei entrar por ésta, con una bolsa en sus manos.

- Bienvenido a casa Ke… Kei – Dijo entrecortadamente, todavía le costaba un poco llamarlo por su nombre.

- Estoy en casa – dijo, sintiendo luego los labios del menor besar los suyos y al terminar le extendió la bolsa que llevaba en la mano al menor que lo miraba con sorpresa – es para ti – el menor se estremeció al escuchar eso, sintiendo algo de temor al recordar la última vez que el mayor le había traído algo y no quería, no quería que el viejo Kei volviera.

- Esto…

- Tómala, no me desesperes – dijo con un poco de molestia al ver que el menor no hacía movimiento alguno.

- Gra… gracias – dijo resignado, tomando la bolsa entre sus manos, viendo lo que había en su interior, sorprendiéndose de su contenido.

- Es para que lo uses en invierno, sería un problema si te enfermas – dijo Kei como si en verdad no le importara, pero la verdad y es que si lo hacía  mucho.

Daiki sacó el par de abrigos que venían en la bolsa y sin poder evitarlo, sus lágrimas comenzaron a bajar por su rostro y sin dudarlo, abrazó a Kei fuertemente, siendo correspondido de inmediato por éste.

Quizás y les costaría todavía el expresar en palabras sus verdaderos sentimientos, pero lo que si tenían completamente seguro, era que ambos se querían, de una manera extraña y tortuosa en ocasiones, pero sabían plenamente que ya no podían vivir sin estar juntos.

FIN

9 comentarios:

  1. Awww este Oneshot tuvo de todo! me gusto mucho *w*

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  2. Fue completamente hermoso ;A; Fue muy triste, pero me gustó mucho como evolucionó para que acabaran por quererse... ¡quedó increíble! *A*

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  3. Increiblemente sadicamente hermoso :3 me encanto ewe alegraste mi noche ¡fue magnifico!

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  4. Hola de nuevo yo de molestona jejeje, es que recuerdo que este fic ya es de bastante tiempo recuerdo que lo leí en algún Blog donde escribe Mabelucome pero no recuerdo donde ¿podrías recordarme por fis?

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    1. Ella lo eliminó n.nU
      Y ella me pasó éste fic que todavía lo tenía en su PC

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    2. Ahora entiendo por que no lo encontraba, vaya, pues estuvo más que bien hecho este fic :3 siempre me gusto hasta donde se quedo pero la continuación pufff me encanto mucho :3

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    3. Gracias :)
      Hice todo lo posible porque quedara acorde a lo que ella había dejado, me alegra mucho que les gustara :)

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  5. Knoc knoc to the secreto door -canta sadistic love- jajaja me tomó miles de años leerlo ;-; perdón

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  6. Me pregunto si algun día tendrían una relación normal 👀 bueno, dentro lo normal que ellos pueden no

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