1/3/20

Amor Carmesí


Hola hola💗
Hoy les traigo un nuevo capítulo de Amor Carmesí 😀
Muchas gracias como siempre por sus lindos comentarios y todo su amor a éste fic,  me siento muy contenta de que les guste 💘
Disfruténlo y cómo siempre éste fic va dedicado a Yojhannah 😍



Tema: Amor Carmesí

Extensión: Serial
Parejas: Varias 
Autora: Akari-chan



Capítulo 9

- ¿Cómo terminaste convirtiéndote en vampiro? – Pregunté recostando mi cabeza sobre su regazo. Había pasado una semana desde aquella noche en la que nos habíamos dado nuestro primer beso y entablamos una relación cómo pareja.  Nos encontrábamos viajando en tren y me sentía un poco cansado por el viaje y había descubierto que aquella posición era la ideal para descansar.

- Fue después de que mi madre murió – respondió sin apartar su mirada de la ventana, al mismo tiempo que acariciaba mi cabello.

- ¿Qué pasó?

- Ella murió de una enfermedad terminal, se puede decir que viví gran parte de mi infancia y adolescencia en un hospital.

- ¿Y tu padre?

- Murió antes de que naciera.

- Lo siento…

- No pasa nada, tuve una buena infancia después de todo, jugaba con los niños enfermos del hospital y aprendí algo de medicina al observar a los médicos y enfermeras – suspiró mirándome dulcemente  – después de que mi madre murió conseguí un trabajo como albañil.

- ¿Tú un albañil? – Pregunté divertidamente, mirando a mi novio, que tenía una apariencia tan delicada que se me hacía imposible imaginarlo en tal profesión.

- No te burles – dijo sonriente – aunque no lo parezca yo era muy fuerte, aunque la verdad yo terminé siendo asistente del arquitecto.

- ¿Sólo su asistente?

- No pienses cosas raras – rió - sólo era una relación laboral, además de que siempre estuve interesado en la arquitectura y aprendí muchísimo de él sobre el tema, era mi maestro y ejemplo a seguir.

- ¿Él fue quién te convirtió?

- Exactamente, hubo un accidente en la obra y me cayeron varios escombros encima, prácticamente estuve a punto de morir, pero él me quería cómo si fuera su hijo así que no dudo ni un segundo en convertirme.

- ¿Y qué pasó con él? ¿Todavía existe?

- Duramos bastante tiempo trabajando juntos, viajando de pueblo en pueblo buscando algún trabajo que hacer,  pero en uno de esos viajes él se enamoró.  

- ¿Entonces ahora está con esa persona?

- En vida no – suspiró – digamos que fue un amor un tanto polémico, Yokoyama You, así se llamaba mi maestro – rió – se enamoró de uno de sus clientes, Maruyama Ryuhei.

- ¿Y cuál era el problema?

- Pues que Maruyama estaba casado.

- ¿Entonces fueron amantes?

- Sí – sonrió – no es muy ético, pero yo les ayudaba para que pudieran verse y estar juntos.

- Eso es muy romántico – sonreí -  aunque siento pena por su esposa.

- Bueno, era de esos matrimonios arreglados así que ella tenía sus aventuras por ahí.

- ¿Y qué pasó con ellos?

- Maruyama murió en un accidente – dijo acariciando mi rostro – Yokoyama no pudo soportarlo y buscó a un cazador para que lo matara.

- Lo lamento mucho – dije sentándome en el sillón, abrazándolo con cariño.

- Ya pasó mucho tiempo de eso – dijo correspondiendo a mi abrazo – él ahora es feliz al lado de su amor, en algún lugar y yo estoy contigo, así que estoy más que bien – dijo apartándome un poco para besarme en los labios.


- ¿En qué tanto piensas? – Pregunta Keito sonriente, había venido a visitarme para desayunar juntos.

- En que tengo que salir – respondo dándole un último sorbo a mi taza de chocolate.

- Cierto, hoy es ese día – dice melancólico, mirándome con profunda pena.

- No te sientas mal por mí, ya han pasado once años desde aquello – suspiro – gracias por tu visita – digo levantándome de mi silla, dedicándole una sonrisa.

- ¿Quieres que te acompañe?

- No, gracias – sonrío.

- Cómo quisiera que todo fuera diferente.

- Nada ganamos con pensar en el qué hubiera pasado – digo tomando sus manos – pero agradezco tanto el tener a Dios, a Yuri, a Hikaru y a ti que me ayudan a alivianar éste dolor.

- Si necesitas algo no dudes en buscarme – dice acariciando mi mejilla.

- Eso haré – sonrío, recibiendo un fuerte abrazo de mi amigo.

Keito me acompañó hasta la salida de la iglesia y a partir de ahí nuestros caminos se separaron. A donde me dirijo queda a las afueras del pueblo, hace un buen día y me apetece muchísimo caminar para despejar mi mente. Durante mi camino los habitantes del pueblo me saludan y yo les correspondo con una sonrisa.


Había aprovechado mi día libre para organizar un picnic a las afueras del pueblo junto con él, quién me ayudó a preparar los emparedados y las bebidas que llevaríamos en un bonito canasto.
Pusimos el mantel sobre el césped debajo de un árbol cerca al lago, el día estaba soleado y la brisa corría fresca por el lugar.

- Al parecer te gusta mucho esto – dijo Kei sonriente mientras se sentaba sobre el mantel.

- Solía venir con mis padres y mi hermano Ryosuke cuándo éramos niños.

- ¿Y tú otro hermano? – Preguntó curioso.

- Cuando eso Yuri no había nacido todavía – sonreí sentándome a su lado, no solía hablar mucho de mi familia con él, así que era normal que no lo supiera.

- ¿Cuántos años tiene?

- Tiene cinco, es un bebé todavía – reí recordando a mi pequeño y dulce hermanito, quién era ajeno a todo lo que tuviera que ver con la profesión de la familia.

- Me gustaría mucho conocerlos a ambos – sonrió mientras acariciaba mi mejilla y me daba un dulce beso en los labios.

- A mí también me encantaría que los conocieras, pero ya sabes que es contraproducente que lo hagas.

- Lo sé – suspiró pesadamente.

- Pero no te preocupes, quizás algún día puedas conocerlos – dije tratando de animarlo a lo que él me abrazó dulcemente.

- Con tenerte a mi lado me basta – dijo besando mi mejilla.

- Pero yo no voy a vivir para siempre – lo miré con tristeza.

- Y yo me quedaré contigo hasta que la llama de tu vida se apague – sonrió tomando mi mano y besando el dorso de ésta, haciéndome sonrojar por tan lindo acto – y la mía también se extinguirá. 

- No tienes por qué hacer eso – dije preocupado.

- Mi existencia en éste mundo no tendría sentido si tú no estás.

- Pero…

- Daiki – dijo acostándome delicadamente sobre el mantel, mientras él se acomodaba sobre mí entre mis piernas, comenzando mi corazón a latir frenéticamente por esa cercanía, sintiendo mi rostro enrojecer – siento que todo éste tiempo que he vivido ha sido por el simple hecho de estar en estos momentos contigo.

- Inoo… - Susurré perdiéndome en su mirada, esa mirada llena de intensidad y de amor, esa que sólo él me dedicaba.

- ¿Puedo? – Preguntó de repente, sonriéndome con ternura.

- ¿Qué? – Pregunté un poco confundido.

- ¿Puedo hacerte el amor? – Dijo acariciando los cabellos de mi frente.

- ¿Eh? Pe… ¿Pero nuestro picnic? – Dije nerviosamente, en todos los meses que llevábamos juntos, nuestros momentos de intimidad no pasaban de sólo besos y caricias profundas.

- Podemos comer después – susurró rosando sus labios con los míos.

- ¿Y si alguien pasa y nos ve?

- Nadie nos va a ver – dijo besando mi mejilla – todavía estoy esperando tu respuesta.

- Inoo yo… - Me sonrojé de tan sólo pensar en la propuesta que me hacía mi novio, así que tomé su rostro entre mis manos y lo besé tímidamente.

Él sonrió dulcemente y comenzó a despojarme de mis ropas, a la vez de que yo torpemente hacía lo mismo. Me sentía nervioso y un tanto inútil, nunca en mi vida había llegado tan lejos con alguien y el sólo pensar en que lo haría hacía estremecer todo mi cuerpo. Los besos se volvieron cada vez más demandantes y las caricias en lugares que nunca antes habían sido tocados por manos ajenas me hacían sentir en el mismísimo cielo.

El dolor de sentirlo por primera vez dentro de mí era opacado por el sentir de ser amado por él, de saber que sólo a mí me miraba de esa manera tan dulce, que me protegía y me cuidaba como si fuera el tesoro más invaluable. El éxtasis llegó y con éste la calma a nuestros cuerpos.

- Eres hermoso – dijo juntando su frente con la mía – aún si llegas a estar tan arrugado como una pasa te seguiría haciendo el amor.

- ¡No digas eso! – Exclamé avergonzado.

- Te amo – sonrió dándome un casto beso, sin dejar de sonreír.

- Inoo… - Me le quedé mirando pensativo, no muy seguro de lo que pensaba decirle.

- Puedes llamarme Kei, creo que ya hemos llegado demasiado lejos como para que me llames por mi nombre.

- Kei – sonreí apenado - ¿Te apetece beber mi sangre? – Pregunté de una vez antes de siquiera arrepentirme.

- ¿Me estás hablando en serio? – Preguntó incrédulo.

- Yo sé que mi sangre no te es indiferente – sonreí acariciando su mejilla.

- Pero dolerá un poco.

- Puedo soportarlo.

- ¿En serio?

- ¡Kei! – Exclamo fingiendo molestia – nunca he estado más seguro en mi vida de algo.

- Está bien, está bien – suspiró y luego sonrió, tomando delicadamente mi mano, dejándome ver sus afilados colmillos, que no demoraron en perforar la piel de mi muñeca, succionando lentamente la sangre que corría por ésta, viendo cómo sus ojos brillaban rojizos ante la sangre que estaba probando, terminando con su labor sólo luego de unos segundos de haber empezado.

- Sabe tan bien a cómo hueles – dijo lamiendo los dos puntitos que había hecho.

- ¿A qué huelo?

- Hueles a mandarina, una deliciosa y jugosa mandarina – sonrió - ¿y yo a qué huelo?

- Tú, a un abuelito.

- Oye, eso es muy cruel.

- Pero es la verdad – reí.

- Gracias – dijo besando mi herida – es la primera vez que pruebo la sangre de una persona que no está en su lecho de muerte.  

- Creo que mis padres estarán revolcándose en sus tumbas – ¿me convertiré en vampiro también? – Pregunté asustado.

- No – rió – eso sólo sucede cuando se bebe la sangre del cuello.

- Ya veo… - sonreí mirando a los ojos a mi amado – te amo mucho – dije dándole un último beso.


- Padre Daiki, Padre Daiki – escucho una voz llamándome y con un poco de molestia abro mis ojos.

- ¿Qué sucede? – Pregunto serio y un poco molesto, odio que me despierten.

- ¿Qué hace por aquí dormido Padre? – Pregunta una de las ancianas del pueblo mirándome con curiosidad.

- ¿Ah? – Hago una mueca y caigo en cuenta de en dónde me encuentro, frente a aquel lago y debajo de ese árbol que tantos recuerdos me traía – Lo siento, no me di cuenta de en qué momento me quedé dormido.

- Yo también me hubiese quedado dormida con éste clima tan placentero.

- Es muy agradable – sonrío, tomando el ramo de claveles blancos que tenía a mi lado y me pongo de pie.

- ¿Vas para el cementerio? – Pregunta sonriente la señora.

- Sí – suspiro.

- Yo vengo de allá – sonríe – hoy es el quinto aniversario de la muerte de mi esposo.

- ¿Fuiste feliz con él? – Pregunto.

- Fue un hombre maravilloso, todo un caballero desde el principio hasta el final – dice sonrojada la señora.

- Me alegra mucho escuchar eso – sonrío – muchas gracias por despertarme, lamento un poco si fui algo grosero al principio – digo apenado.

- No te preocupes, yo fui quién vino a interrumpir su sueño.

- Bueno – suspiro - seguiré mi camino.

- Que tenga una feliz tarde Padre – dice la señora reverenciándose.

- Muchas gracias – sonrío y acto seguido la señora se aleja de camino al pueblo.

Llego a mi destino a paso apresurado, visualizando a lo lejos una tumba que se encuentra en la cima de una pequeña colina, bajo un árbol que era adornado por millares de pequeñas flores amarillas. Camino velozmente hasta llegar a ese lugar, llorando al ver el nombre en esa lápida.

Inoo Kei.

Entre lágrimas dejo el ramo de claveles sobre ésta y comienzo a rezar, llegando sin desearlo todos los horribles recuerdos de esa noche.


Nos besábamos desenfrenadamente, tocando sin impedimentos el cuerpo del otro, entregándonos, amándonos, marcando nuestros cuerpos con cada beso y cada caricia hecha con algo de fuerza.

- ¡DAIKI! – Un grito detuvo todo a mí alrededor, mientras que un disparo se llevaba todo lo que quería, sintiendo el cuerpo inerte de la persona que amaba sobre mí, comenzando a sangrar por su herida en la cabeza.

- Ke… - Me quedé en shock por lo que acababa de suceder, no podía articular palabra y ni siquiera podía mover un sólo dedo, sólo podía sentir cómo era sacado de la cama por mi hermano, quién halaba de mis cabellos.

- ¿ASÍ ES CÓMO TE DESASES DE ESAS PORQUERÍAS? ¿LES DAS UN ÚLTIMO POLVO Y LUEGO LOS MATAS? – Gritaba furioso - ¿ACASO ÉSTE ERA TAN BUENO QUE REPETISTE? ¡NO ERES MÁS QUE UNA VIL Y SUCIA PROSTITUTA!

- ¡RYOSUKE! – Escuché la voz de Keito resonar en la habitación, viendo cómo le propinaba un golpe a mi hermano, haciendo que me soltara y cayera al suelo, con la poca movilidad que adquirí me escabullí hasta donde estaba el cuerpo de Kei, viendo que Hikaru miraba con lágrimas la tan infame escena, la de mi amado manchando con su sangre las sábanas blancas de la cama.

En ese momento sólo podía escuchar a Keito reclamándole a Ryosuke por lo que había hecho, mientras que éste no mostraba ni un poquito de arrepentimiento, estaba completamente cegado por el odio.

Me acerqué al cuerpo de mi amado, acostándome a su lado en la cama, sin importarme que pudiera mancharme de sangre, sólo quería cerrar los ojos y que al abrirlos se tratara de una horripilante pesadilla.


- Al parecer Keito y Hikaru vinieron a visitarte temprano – digo al sentirme calmado, viendo los bonitos arreglos florares que adornan la lápida y los lados de ésta – ellos te extrañan al igual que yo – suspiro – ¿Pero sabes? Yo no odio a mi hermano, sé muy bien que lo que hizo fue atroz y no trato de justificarlo, pero era algo que me veía venir si descubría que eras un vampiro, pienso que si te hubiese matado en ese instante, en el restaurante – sonrío - yo no estaría sufriendo esto, pero soy muy feliz de no haberlo hecho, porque pude conocerte – vuelvo a sentir las lágrimas correr por mis mejillas – te amé en ese entonces y te amo todavía ¿Tú también me amas desde dónde estás? – Pregunto sin recibir respuesta alguna, pero en mi corazón sé que así es.


CONTINUARÁ...