Hago ésta entrada rapidita para dejarles éste hermoso capítulo, espero que les guste y muchas gracias por sus hermosos comentarios que siempre me animan <3
Y como siempre éste fic va dedicado a mi querida amiga Mari :3 que la quiero mucho <3
Capítulo 27
*Yokoyama You*
- Keito ¿estuviste esculcando en mi habitación? –
Pregunto molesto y en parte sorprendido.
- Eso no es lo que te pregunté – dice serio – desde
que tú y Maru-sensei se vieron la primera vez no ha dejado de pasar por mi
cabeza el hecho de que entre ustedes hubo algo.
- ¿Cómo puedes pensar eso?
- Porque nunca miraste así a mi mamá, con tanto cariño.
- Estás diciendo tonterías.
- No son tonterías, desde esa vez ambos han estado muy
extraños, él se pone nervioso cuando hablo de ti y tú también ¿qué pasó entre ustedes?
– Dice de manera autoritaria, no me siento realmente seguro de contarle aquel
acto de cobardía en el pasado.
- Keito, es mejor dejar las cosas así…
- No, quiero saberlo.
- Keito, no creo que sea el momento…
- ¿Y cuándo lo es? – Dice con algo de desesperación –
Papá, he tenido que recurrir a los servicios de Inagaki-san, pero no encontró
nada y le he preguntado a tío Aiba, pero me dijo que sólo tú podías decirme.
- ¿Qué hiciste qué? – Pregunto asombrado.
- No me cambies de tema – suspira – Papá – se sienta
en el borde de la cama – sólo quiero saber…
Nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos, él
con una mirada llena de súplica,
mientras que la mía es una llena de temor, de vergüenza. Pensando en si
es lo mejor decirle la verdad de mis verdaderos sentimientos, decirle que la
única persona a la que en verdad amo es a Maruyama Ryuhei.
- Es una historia muy larga - digo sentándome a su
lado en el borde de la cama.
- Me gustan las historias largas - dice con una gran
sonrisa, feliz de haber conseguido su objetivo.
- Pero no le digas a tu hermano ni una palabra de lo
que te diga hoy – le advierto – espera a que yo se lo diga.
- No diré nada – dice sonriente.
- ¿Quieres que mande a traer leche y galletas?
- Por favor – Sonríe.
- ¿Sabes que eso lo dije de broma?
- Si, pero no sería mala idea, tengo hambre – dice
haciendo puchero.
- Está bien, le avisaré a Ayumi-chan – digo tomando mi
teléfono, enviándole un mensaje a nuestra querida sirvienta.
-
Yoko-chan, lo que piensas hacer es un poco arriesgado – dijo Aiba-chan con
preocupación por medio del teléfono.
- No te preocupes, me haré cargo de que nadie se entere – dije sonriente.
-
Eso no es fácil de ocultar Yoko-chan ¿Has pensado al menos en lo que haría tu
Padre si se llegase a enterar?
-
Aiba-chan, mi papá no se va a enterar, ni siquiera sospecha nada.
-
Pero aun así existe la posibilidad de que lo haga.
-
No tienes por qué preocuparte, todo saldrá bien.
-
No lo sé Yoko-chan – suspiró – todo esto me trae muy mala espina.
-
Todo estará bien, te lo prometo.
-
No sabes las ganas que tengo de conocer a Maru-chan.
-
Lo conocerás cuando vuelvas a Japón – sonreí – bueno, tengo que dejarte
Aiba-chan, hay otra llamada que tengo que hacer y ésta es muy cara.
-
Que cruel eres – dijo con reproche – que te vaya muy bien en tu viaje y saludes
a tu amorcito – dijo alegremente.
-
Gracias Aiba-chan, eso haré, te llamaré luego.
-
Esperaré tu llamada, hasta luego.
-
Hasta luego – dije finalmente colgando el teléfono y luego volviéndolo a
descolgar, marcando el número de la casa de mi amado, que de seguro ya estaba
ahí.
-
¿Hola? – Escuché su voz al otro lado de la línea y mi corazón comenzó a
palpitar como loco.
-
Maru-chan, hola – dije emocionado.
-
Hola Yoko-chan ¿Cuándo vuelves?- Preguntó de inmediato con la misma alegría, hacía
más de tres semanas que no nos veíamos y para nosotros eran casi como mil años.
-
Llegaré hoy en la tarde, pero pasaré el resto del día con mi padre revisando lo
del nuevo proyecto.
-
Se me olvidaba que ya eres todo un Arquitecto.
-
No es para tanto – reí - ¿Cómo te ha ido en la Universidad? ¿Ya hiciste amigos?
¿Las clases son muy duras?
-
Me ha ido muy bien, he conocido a nuevas personas y las clases están bien,
aunque he de reconocer que es difícil trabajar y estudiar al mismo tiempo.
-
Entiendo que es difícil, pero lo harás bien mi amor, eres fabuloso en todo lo
que te propones – dije sonriente – por cierto, ¿estás libre mañana en la tarde?
-
Sí, aunque la verdad es que me gustaría verte hoy.
-
No sabes las ganas que tengo de verte, pero ya te dije que no puedo, tengo
muchas cosas que hacer al llegar, tendremos que esperar hasta mañana en la
tarde, además tengo algo muy importante que decirte.
-
¿Qué cosa? – Preguntó con curiosidad.
-
Mañana lo sabrás.
-
Eso no es justo – dijo en modo de reproche – con eso que me dices me dan muchas
más ganas de verte.
-
Guarda esas ganas para mañana en la noche – sonreí pícaramente.
-
No me refería a esas ganas – dijo apenado y de seguro sonrojado hasta las
orejas.
-
Pero sabes muy bien que terminaremos en la cama.
-
¡Yoko! – Exclamó avergonzado.
-
Está bien, si quieres que lo hagamos en otro lugar por mí no hay problema.
-
¡Kimitaka! – Volvió a exclamar usando mi nombre, sabía muy bien lo que me
molestaba el que me llamara por él y lo hacía cuando se molestaba conmigo.
-
Joven Yoko, el chofer lo está esperando afuera – dijo el Mayordomo al entrar en
la sala en dónde me encontraba.
-
Gracias, ya voy – dije apartando un poco el teléfono – Maru-chan ya tengo que
irme, mañana te llamaré para acordar nuestra hora de encuentro.
-
Ok, que te vaya muy bien durante el viaje.
-
Gracias, te amo – dije en un susurro para que el Mayordomo no escuchara.
-
Yo también te amo, hasta mañana.
-
Hasta mañana – dije por último, colgando definitivamente el teléfono y luego
tomé mi maleta, caminando rápidamente hasta la salida de la mansión.
El
viaje hasta Osaka resultó ser muy rápido y en menos de nada ya me encontraba en
la empresa, había dejado la maleta a cargo del chofer, quién se encargaría de
llevarla hasta el apartamento que tenía en la ciudad. Caminaba por los pasillos
de ésta, llegando por fin a la oficina de mi Padre, entrando de inmediato,
viéndolo sentado en la silla de su gran escritorio, mirando seriamente unos
papeles que tenía en las manos.
-
Buenas tardes – dije al cerrar la puerta.
-
Buenas tardes – dijo con seriedad, levantado la mirada y dejando los papeles en
el escritorio.
-
¿No ha llegado el nuevo socio?- Pregunté extrañado de no verlo dentro.
-
Siéntate – dijo serio, así que obedecí a su petición, él se levantó de su asiento,
comenzando a dar vueltas alrededor de la oficina, se veía molesto, pero no me
atrevía a decir nada – Estoy muy, pero muy decepcionado de ti Kimitaka.
-
¿Hice algo mal? – Pregunté preocupado de que algún proyecto no resultara como
se esperaba y mi padre estuviese enojado por eso.
-
¿Me puedes explicar qué significa esto? – Dijo aventándome un sobre,
rápidamente lo abrí para ver cuál era el problema y mi cuerpo se heló al ver el
contenido de ese sobre.
-
Yo… - No podía articular palabra alguna, lo que pensé yo que jamás ocurriría,
estaba pasando justo en ese momento y temía por las consecuencias.
-
Me da vergüenza saber que mi único hijo haya resultado ser un asqueroso maricón
– dijo molesto al mismo tiempo que me golpeaba un puñetazo en la cara, haciéndome
caer al suelo con todo y silla – pero ya he tomado cartas en el asunto y he
decidido que te casarás dentro de un mes.
-
¿Qué? Tú no puedes obligarme a hacer eso.
-
Claro que puedo, vas a ser una persona normal quieras o no.
-
Pero yo no voy casarme con alguien que yo no amo – dije levantándome del suelo,
no podía permitir que me separaran de Maru-chan.
-
No es ninguna desconocida para ti, así que no te preocupes.
-
¿Acaso no me estás escuchando? – Dije comenzando a molestarme – no me voy a
casar con nadie que no sea Maru… - No pude terminar lo que iba a decir ya que
había recibido otro golpe, pero esa vez en mi estómago, haciéndome retorcer del
dolor en el suelo.
-
A mí me importa poco si quieres casarte o no, la decisión ya está tomada y si
no terminas tu aberrante relación con ese asqueroso, me veré en la obligación
de desaparecerlo del mapa – dijo de manera demandante.
-
Tú no puedes…
-
Lo haré si es necesario, no quiero ser el hazme reír de la sociedad por tus
cochinadas – me quedé en silencio por un rato, mirando a la nada, con una gran
frustración y enojo conmigo mismo recorrer mi cuerpo.
-
Si… si termino con él, no le harás nada ¿cierto? – Pregunté comenzando ya a
resignarme, a mi padre le faltaba un poco para llegar a ser un Yakuza y sabía
que cuando decía algo iba realmente muy en serio.
-
Es un trato, así que ve pensando en que le vas a decir.
-
Sí, Señor – dije finalmente luego de hacer una corta y forzada reverencia,
saliendo rápidamente de la oficina, no soportaba estar ni un solo segundo más en
ese lugar.
Al
llegar a mi apartamento, mis lágrimas no demoraron en salir después de estar
tanto tiempo conteniéndome, odiándome a mí mismo por ser un estúpido cobarde,
por no luchar con uñas y dientes por el que consideraba el amor de mi vida,
pero lastimosamente tenía que hacerlo, tenía que dejar ir lo que más atesoraba
en el mundo, lo que más quería y necesitaba para vivir.
-
Por favor perdóname por lo que voy a hacer… - susurré en el silencio de mi
apartamento, acostándome sobre el suelo, pensando dolorosamente en las palabras
que debía de decirle, para romperle el corazón y alejarlo para siempre de mi
vida.
-
¡Yoko! – Maru-chan exclamó al verme y se abalanzó sin dudarlo a mis brazos,
abrazo al que correspondí con fuerza y anhelo, sintiéndome desolado de pensar
que ese sería el último - ¿para qué me llamabas con tanta urgencia?- Preguntó
separándose un poco de mí, lo había llamado muy temprano en la mañana, cuando
había encontrado el poco valor para encararlo.
-
Maruyama-san, tengo algo que decirte, algo muy importante – me miró un poco
preocupado y lo entendía, yo no solía llamarlo de una manera tan formal, tan
distante.
-
¿Por qué me hablas de esa manera? – Preguntó extrañado.
-
El mes que viene me casaré, así que lo nuestro terminó – dije de una buena vez,
mirando con pena el rostro sorprendido de mi amado.
-
¿Qué? – Preguntó desconcertado, marcando un poco más la distancia entre ambos.
-
Que me casaré con la persona que en verdad amo – dije seriamente, sintiendo un
gran dolor al decir semejante mentira, deseando que todo esto fuera un sueño y
que en verdad no estuviera diciéndole todo aquello, pero terriblemente esa era
mi realidad.
-
Esto es una broma, debe ser una broma – dijo comenzando a llorar, acto que me
rompía internamente el alma.
-
¿En verdad creíste que me enamoraría de alguien cómo tú? – Pregunté tratando de
ser lo más cruel posible, de manera que así él no volviera a buscarme, que
pensara que había sido un monstruo que se había burlado de sus sentimientos.
-
Yoko por favor dime que esto es una broma – y en verdad que deseaba que todo
esto lo fuera, que fuera tan solo una broma.
-
Si es una broma, haber salido contigo fue una gran broma – dije con la misma
seriedad que había adoptada desde que llegué a nuestro lugar de encuentro, por
un momento quise decirle la verdad, quise abrazarlo y llenarlo de besos,
decirle que nada de lo que salía de mi boca en esos momentos era cierto, que
huyéramos juntos lo más lejos posible, pero aun así mi padre nos encontraría – no te quiero volver a ver, ya me aburrí de
ti.
Dije
fríamente, alejándome rápidamente de su lado, sintiendo mi corazón romperse en
mil pedazos a cada paso que daba, sacando de mi bolsillo derecho una pequeña
cajita, con un bonito anillo adentro, lamentándome por no haberle dicho lo que
en verdad quería decirle en nuestro encuentro, decirle que era él la persona
con la que quería compartir el resto de mi vida, que era tan importante para mí
como lo era también mi fallecida Madre, pero eso ya no podía ser, tenía que
alejarlo de mí, si quería que siguiera con vida.
- Luego de eso me casé con tu madre, habíamos sido
buenos amigos desde niños, así que eso había hecho menos difícil mi pena, ella
sabía muy bien que no la amaba, pero aun así quiso quedarse conmigo hasta
decidir divorciarnos finalmente cuando mi Padre murió.
- Eso explica por qué no hubo tanto drama con lo de su
divorcio – Keito rió un poco, limpiándose las lágrimas que habían caído durante
mi relato.
- ¿Me odias? – Pregunté sintiéndome avergonzado de
contarle aquella penosa parte de mi vida.
- ¿Por qué lo haría? Lo hiciste para protegerlo, yo
hubiese hecho lo mismo, no soportaría saber que la persona que amo muere por mi
culpa y conociendo a mi abuelo, no lo hubiese dudado.
- ¿Sabes qué es lo único que me alegra de que pasara
todo esto?
- ¿Qué? – Pregunta curioso.
- Mis dos amados hijos – sonrío orgulloso, abrazándolo
fuertemente.
- Tu eres el mejor Papá del mundo – dice correspondiendo
a mi abrazo - ¿Y sabes qué sería más perfecto? – Niego con la cabeza – que Maru-sensei
también sea mi Papá, que seamos los cinco una hermosa familia.
- ¿En verdad eso quieres? – Pregunto entusiasmado y
sorprendido.
- Yo estoy segurísimo de que todavía te ama, así que
cuenta conmigo para lo que sea.
- Gracias Keito, pero ya sabes, ni una sola palabra de
esto a tu hermano.
- Mis labios están sellados – sonreímos ambos,
terminándonos de comer las galletas que nos habían traído, sentía como si me
hubieran quitado un gran peso de encima y mi motivación de volver a conquistar
a Maru-chan se hacía cada vez más fuerte.
*Maruyama Ryuhei*
- ¿Dónde estará ese libro? – Digo para mí mismo,
buscando en las cajas que todavía no había abierto desde que me había venido a
vivir a Tokyo junto con mi hijo – Aquí está – suspiro aliviado tomando en mis
manos aquel pesado libro de historia de la literatura japonesa.
-
Felicidades por tu ingreso a la Universidad – dijo Yoko llevando entre sus
brazos una caja envuelta en papel regalo.
-
¿Y eso?
-
Es un regalo para ti – dijo emocionado.
-
Yoko, no debiste molestarte – dije tomando la caja.
-
No es ninguna molestia, además es algo que te servirá de mucho – dijo sonriente
– ábrelo - Y bajo su mirada expectante comencé a rasgar el papel cuidadosamente,
sorprendiéndome de ver lo que había dentro.
-
¿Cómo lo conseguiste? – Pregunté sorprendido, de éstos ya no se encontraban
casi ni de segunda y si los habían estaban casi por las nubes.
-
¿Te gusta?
-
Me encanta – dije dejando el libro sobre la mesa, dándole un beso lleno de
ternura.
-
Sabía lo mucho que lo querías, así que moví cielo y tierra para conseguírtelo.
-
En verdad gracias.
-
Te mereces esto y mucho más mi amor – dijo volviéndome a besar, abrazándonos
con fuerza.
- Creo que esto es lo único que conservo de él – digo un
poco nostálgico – pero eres muy bonito y maravilloso como para botarte – digo abrazando
el libro, sin dejar de pensar en la persona que me lo había dado, aunque eso me
molestara.
CONTINUARÁ...