Mientras esperan el capítulo 28 de Father's Love, que espero tenerlo listo lo más pronto posible, les he traído un fic muy especial y en el que he trabajado las últimas semanas.
Primero que todo, muchas gracias a Mabelucome por haberme dado ésta oportunidad y su autorización para continuar con éste fic y darle el final que tanto merecía, en verdad que me siento muy feliz de haberlo hecho, ya que para mi ella es una escritora muy importante, ya que gracias a sus escritos pude retomar nuevamente ésto de compartirles mis historias, estoy muy agradecida con ella y con ustedes por leerme, por todo su amor y todo su apoyo, no saben lo feliz que me hacen.
La primera mitad de la historia la escribió ella y la otra mitad es lo que escribí yo, así que les indicaré con unos asteriscos en el medio de ambas partes para que sepan por donde es que comencé yo, espero les guste >///<
Se paseaba por el apartamento mientras limpiaba, tenía que hacerlo si
quería vivir ahí. Se había escapado de casa hacía más de tres meses, Kei le
había “acogido” en su casa pero con muchas condiciones. No tenía que pagar con
dinero, sino con hacer las labores de la casa y ser su juguete sexual. Sí,
Daiki servía para que su “amo” se desquitara, si estaba enfadado tenía que
soportar sus gritos, incluso golpes pero siempre terminaban en la cama. Le daba
repulsión todo lo que hacía, lo tocaba, lamía todo el cuerpo, le follaba como
si no hubiera mañana... Nunca era dulce o mostraba algún indicio de quererlo,
solo era deseo, lo único que podía hacer era rezar para que la próxima vez no
le doliese tanto como la anterior.
Suspiró, la casa ya estaba limpia. Aunque tuviera que soportar todo
aquello, realmente era mucho mejor que ir a su casa, allí eran golpes todos los
días, costillas rotas o una brecha en la cabeza. Inoo prácticamente lo violaba
cada día pero no dolía ni la mitad de lo que le dolían los golpes de sus
padres.
Se sentó en el sofá, por petición de su “amo” solo llevaba una camisa
algo larga, era vieja y de promoción, en sus mejores tiempos había sido blanca.
Esa era la única prenda que podía utilizar, Kei decía que si utilizaba
pantalones o ropa interior se perdía mucho tiempo.
Escuchó la puerta principal y se levantó corriendo del sofá blanco,
era realmente cómodo pero no podía sentarse ahí, Kei decía que su lugar era el
suelo o encima de él.
- ¿Ya está todo listo? - El pelinegro ni lo miró al entrar,
simplemente preguntó mientras dejaba unas bolsas encima de la mesa.
- Sí.
- ¿Y el té? - Ahora lo miró, Daiki se asustó, si no estaba todo en
orden podía pagarlo muy caro y eso le asustaba. Se cogió el borde de la camisa
y lo estiró algo hacia abajo, siempre que Kei le miraba intentaba ocultar su
pene, aunque el resultado era casi nulo.
- Ahora se lo sirvo. - Siempre le hablaba de usted y nunca por el
nombre, le había dejado muy claro que no podía llamarlo ni por el nombre ni por
el apellido.
Fue casi corriendo a la cocina, puso el té en la taza y rezó para que
aun estuviera caliente, no recordaba que Inoo también querría una taza, tenía
suerte de haberse preparado uno y que sobrara lo suficiente para llenar otra
taza. Salió de la cocina, Kei estaba sentado en el sofá, con los brazos
cruzados al igual que sus piernas, observando cada movimiento que hacía el
menor. Daiki cogió un posa-vasos y lo puso encima de la pequeña mesa de té que
había delante del sofá. Era una mesa pequeña pero era lo suficientemente grande
para dos tazas de té y un pequeño plato de pastas.
Inoo cogió la taza y bebió un poco, degustando cada sabor de ese té.
La verdad es que le importaba poco el té pero ver la carita de espanto de ese
cuerpo lleno de marcas hechas por él le excitaba.
- Está bueno. - Daiki suspiró aliviado. - Tendré que darte una recompensa.
- Volvió a ponerse nervioso, como cada día, ahora tocaba esa sesión de sexo, y
lo sabía. Seguía escondiendo su pene con las manos, no le servía de nada pero
quería pensar que sí. Kei dejó la taza de té encima de la mesa, abrió un poco
las piernas y se aproximó un poco hacia delante. - Acércate. - No podía
desobedecer, siempre era mejor hacer lo que él ordenaba.
Movió pesadamente sus pies hasta quedarse cerca de él, Inoo puso sus
manos en su trasero, acercándolo a escasos centímetros. El pelinegro miró hacia
arriba, encontrándose con la cara asustada de Daiki, no quería que le hiciera
aquello.
- No pongas esa cara, sé que te gusta. - Le apartó las manos que aun
seguían ocultando lo que ahora más deseaba. - Y a él se que le encanta. - Le
dio una larga lamida y Daiki cerró los ojos, no quería verlo, siempre era
igual. Inoo empezó a lamerla constantemente, tenía que ponerla dura y lo haría
con su lengua. Desde la base hasta la punta, lamidas en su pene entero se
hacían constantes, aunque le daba repulsión le gustaba y eso era lo que más le
decepcionaba, a Daiki le decepcionaba sentir placer a cada lamida de esa
persona que siempre lo tomaba cuando más le apetecía.
Succionó la punta, absorbía como si fuese un biberón y él un bebé, eso
al cuerpo de Daiki lo volvía loco y aunque él no lo dijese, Kei lo sabía.
Empezó a levantarse lentamente, estaba logrando su objetivo y solo era el
principio. Abrió los labios y se puso a besar por los laterales, dándole
pequeñas lamidas cuando llegaba a sus testículos. Al menor empezaban a fallarle
las piernas pero no diría nada, nunca decía nada.
- Acuéstate con las piernas abiertas. - Otra orden de su “amo” y no
podía desobedecerla. - En el suelo no, acuéstate en el sofá. - Eso le extrañó
pero solo asintió. Estaba semi erecto y eso lo notaba, desde el dolor hasta la
excitación.
Se acostó en el sofá y abrió las piernas, sin esperar ni un solo
segundo, Kei se lanzó directo a su pene, se lo metió en la boca y empezó a
subir y bajar la cabeza. Le costaba horrores soportar la excitación, se odiaba
por disfrutar de aquello. Cerró los ojos y se concentró en no gemir, no podía
hacerlo, sería tirar su orgullo a la basura.
- Abre los ojos. - No quería hacerlo. - Abre los ojos ahora. - Debía
hacerlo, si se enfadaba podía ser algo catastrófico. - Ahora mira cómo te la
chupo. - Se tuvo que apoyar en sus codos, no quería mirar pero era una de sus
órdenes, debía hacerlo.
Se la metió en la boca con los ojos fijos en los del menor, tenía que
controlar que no desviara la mirada o cerrara los ojos, a Kei le gustaba tener espectadores,
a alguien que lo mirase mientras hacía aquello. Su cabeza subía y bajaba aun
con sus ojos fijos, Daiki soportaba como podía, aparte de sentirlo, verlo lo
excitaba demasiado pero tenía que aguantar. Sus ojos empezaron a soltar algunas
lágrimas, realmente se odiaba por hacer aquello pero tenía que hacerlo si
quería un “hogar” en el que vivir.
Jadeó. Kei empezó a jadear, el pene de Daiki ya estaba duro y era su
culpa, había sido por él y eso le hacía desear metérselo por el trasero hasta
que le saliera por la garganta pero debía aguantar, nadie entraría en él, eso
lo tenía claro desde que tuvo sexo por primera vez. Cogió una mano de Daiki y
la puso encima de su cabeza, la otra fue viajando hasta debajo de la camisa del
menor para apretarle uno de sus pezones, rodearlo rápidamente y apretar su
punta mientras la giraba.
- Marca mi velocidad. - Simplemente dijo eso refiriéndose a la mano
encima de su cabeza. Dio una succión a su punta, ahora solo se estaba centrando
en la punta de su pene, lamiéndola por los lados, jugando con su lengua.
No podía marcarle ninguna velocidad, simplemente le cogía del pelo,
desahogaba ahí las ganas de gritar que tenía. Volvió a metérsela entera dentro
de su boca, ya que no hacia fuerza iba a la velocidad que quería, succionando
como quería. Jadeaba cada vez que se la sacaba de la boca, su “obra maestra”
estaba perfectamente erecta, pidiendo a gritos querer correrse pero no podía
dejarla. Los sonidos que hacía el chico que tenía entre las piernas lo
incitaban a gritar con todas sus fuerzas de placer pero nunca lo haría, nunca
gemiría por tener sexo con él.
- ¿Te has dado cuenta de lo duro que estás? Luego no quieres que
tengamos sexo.
Se levantó y se sentó en el suelo, entre la mesa y el sofá, cogió las
piernas de Daiki y lo obligó a que se sentara, abrió sus piernas y volvió a
metérsela en la boca, ya importándole poco si lo miraba o no. Su mano fue
dentro de su propio pantalón, estaba duro y tenía que descargarse, aunque eso
lo haría dentro de ese cuerpo que desprendía deseo.
No aguantaba más, necesitaba metérsela ya. Lo cogió de la mano y lo
tiró en el suelo boca abajo, por la fuerza en la que lo hizo, tiró la mesa de
té, volcando el líquido que había en el vaso manchando la moqueta. Kei abrió
sus nalgas y, sin esperar, entró completamente en su cuerpo, embistiéndolo
mientras gemía. Sí, su ano ya estaba acostumbrado a aquello, a sus embestidas
fuertes, a sus pellizcos en la nalga derecha, a su mano en el hombro izquierdo
que hacía fuerza para entrar más en él, y, aun así, su cuerpo sufría de placer
cada vez que estaba completamente dentro.
Sus caderas se movían a un ritmo bastante rápido, Kei estaba excitado
y de buen humor, eso significaba “penetraciones rápidas y en el punto exacto”
porque, aunque nunca gritara para indicarlo, Inoo sabía dónde tenía que tocar
para que perdiera su consciencia por algunos segundos. Su pene estaba apresado
contra la moqueta, por las embestidas, rozaba y hacía algo de cosquillas pero
dolía.
- Ven. - Kei habló en un gemido, lo cogió del pelo y lo obligó a
sentarse encima de él, de espaldas a su pecho. - Empieza a saltar. - Se lo dijo
al oído, por la cercanía que tenían no hacía falta gritar.
Saltó poco a poco, era una orden de Inoo, tenía que hacerlo. La mano
del mayor fue a masturbar a su pene, sus labios estaban con su cuello y la otra
mano estaba dentro de su boca, era excitante y quería saltar como nunca pero
seguía controlándose.
- Salta más rápido. - Eso era lo que no quería escuchar, si se
penetraba más rápido terminaría por tener un orgasmo y seguramente gritaría de
placer. Apoyó una mano en el sofá, se echó un poco hacia este y empezó a saltar
más rápido. - Ah… Sí... Así... - Puso su
mano en la espalda de Daiki aprovechando la pequeña distancia entre su cuerpo y
el del menor.
El orgasmo llegaba tal y como lo había previsto Daiki y no pudo
evitarlo, se dejó salir manchando la moqueta y algo del sofá. Por desgracia
para él, gimió bastante fuerte. Inoo, al escuchar su gemido se alegró de cierta
forma, lo suficiente para correrse dentro de su cuerpo.
Salió de él y se puso de pie, se abrochó el pantalón y lo vio con
superioridad. El menor estaba con la frente apoyada en el mueble, respirando
fuertemente, con su entrada y su pene goteando.
- Levántate y límpialo todo. - Y, dicho esto, se fue a su habitación,
tenía deberes de la universidad que debía hacer.
Daiki se levantó, sus piernas temblaban por su reciente orgasmo.
Quería ducharse, cambiarse de ropa pero Kei nunca le dejaba hacerlo, solo podía
ducharse si él no estaba en casa y siempre tenía que dejarlo todo perfectamente
ordenado y limpio.
Cuatro horas después, Kei salió de su habitación, era hora de cenar y
tenía que estar hecha la cena a esa hora exacta. Olisqueó un poco y comprobó
que estaba hecha. Miró donde hacía unas horas habían tenido sexo, estaba todo
completamente limpio, no había manchas en la moqueta o el sofá, y así tenía que
ser. Inoo había acogido a Daiki en su casa para tener un sirviente gratis pero
después de ver cómo era su cuerpo, lo deseaba a cada minuto. Se enfadaba con él
mismo por desearlo tanto, lo consideraba inferior que las ratas, de padres
drogadictos y abusadores no podía salir nada bueno y él iba deseándolo a cada
segundo.
Salió por la puerta de la cocina, llevaba dos platos en las manos y no
podía esconder su miembro claramente visible por debajo de esa camisa que le
había dado. Solo cuatro horas habían pasado desde que habían tenido sexo y al
verlo así ya se excitaba, su cuerpo era una droga para el pelinegro.
- Ya está lista la cena. - Hablaba con miedo, siempre hablaba con
miedo. A Inoo le encantaba sentir el miedo en ese cuerpo, lo utilizaba para
cuando quería acostarse bruscamente con él, cualquier excusa valía para decirle
que “x” cosa estaba mal e iba a castigarlo.
Se sentó en la mesa, cogió los palillos y empezó a comer, tenía que
admitir que era buen cocinero, el ramen le salía perfecto. Nunca hablaban en la
cena, Daiki no se atrevía a decir nada e Inoo pensaba que no había nada de qué
hablar con él, simplemente, no quería perder el tiempo hablando con alguien
inferior.
Terminó y se fue a su habitación, si seguía ahí seguramente lo tiraría
encima de la mesa y lo penetraría hasta la muerte. Daiki lavó los platos y
preparó su futón, dormía entre la mesa de té y las sillas del comedor. Puso su
alarma y se durmió, al día siguiente tenía que levantarse pronto para hacer el
desayuno.
Miraba por la ventana, nunca salía del apartamento, no tenía ropa para
salir. Suspiró, el tiempo estaba tranquilo, el sol brillaba y escuchaba a unos
pájaros cantar cerca de su ventana, tenía la sensación de que sería un buen
día.
Hizo como siempre, fregar, limpiar y prepararlo todo para cuando Inoo
volviera. Aprovechó para darse un relajante baño, lo necesitaba. Sus músculos
se relajaron, casi se queda dormido pero recordó que tenía que limpiar el baño
antes de que llegara.
Después de una hora, preparó un té para que Inoo tuviese algo que
beber pero la puerta del apartamento le indicó que no estaba de muy buen humor.
Apagó el fuego y salió lentamente de la cocina, estaba temblando, no quería que
le hiciera daño. El pelinegro tenía la cara llena de furia, cogió la TV y la
tiró al suelo, haciendo un gran ruido al romperse.
- ¿¡Por qué tiene que ser tan jodidamente repelente!? - No sabía a
quién se refería, seguramente a alguien de la universidad.
- ¿Está bien?
- ¿¡Tengo pinta de estar bien!? - Le pegó una patada a la mesa de té,
lanzándola por los aires.
- ¿Qué ha ocurrido? - Si lo tranquilizaba lo más seguro era que no le
hiciera nada, eso era lo importante en esos momentos para Daiki.
- ¿Qué te importa? - Lo dijo con desprecio, no quería seguir
mirándolo, tenía que acostarse y olvidarse de todo, o terminaría rompiendo
muchas más cosas. Chasqueó la lengua y fue a su habitación, cerrando la puerta
fuertemente, Daiki suspiró aliviado, al menos no le había hecho nada.
Faltaba una hora para ser la hora de cenar. Kei salió de su habitación
con un claro objetivo, Daiki. Este estaba terminando de recoger los cristales
de la TV, siempre quedaba alguno y tenía que recogerlos muy bien, él no tenía
zapatos. Se acercó al menor por detrás y lo abrazó por los hombros, este se
quedó helado, no esperaba a su “amo” hasta la hora de cenar, suponía que
después de cenar follarían como conejos hasta que lo echaría a patadas de su
habitación.
- Ven conmigo. - Le susurró cerca de su oído, le cogió de la mano y
todos los pequeños cristales que tenía se cayeron al suelo.
Fue arrastrado hasta dentro de la habitación de Kei, este cerró la
puerta y se sentó en la cama, dejando a Daiki de pie, intentando cubrirse y con
un interrogante en la cabeza.
- Abre el primer cajón de la mesita, ahí hay una cosa para ti. - Daiki
se temía lo peor. Se acercó y abrió el cajón, había un pene de plástico de un
gran tamaño. No había nada más así que lo cogió y se lo enseñó. - Muy bien,
ahora quiero que te masturbes y te lo metas.
Abrió mucho los ojos, nunca había hecho aquello y era demasiado
vergonzoso. Había practicado sexo de mil formas pero siempre era Kei el que lo
hacía, nunca él.
- ¿A qué esperas? Vamos. - Se cruzó de piernas y siguió observándolo
fijamente. Daiki tragó la escasa saliva, tendría que hacerlo.
Dejó de cubrir su miembro y se lo cogió con una mano, Inoo se lo había
hecho millones de veces así que sabía perfectamente como se hacía, cerró los
ojos fuertemente y movió su mano. Solo una vez bastó para darse cuenta de que
el chico que lo miraba lo hacía mejor que él.
- Abre los ojos, ¿Cómo tengo que decirte que me mires mientras lo
haces? - Abrió los ojos, el pelinegro tenía una sonrisa lasciva. - ¿Vas a
seguir moviendo tu mano o quieres que lo haga yo?
Sin dejar de mirarle, empezó a mover su mano, lo hacía lento pero
notaba cada uno de sus dedos. Notaba un poco de placer, se parecía a ese placer
que sentía cuando Kei lo tocaba, cuando le besaba la punta, cuando le lamía las
piernas. Se estaba excitando demasiado, su mano ya iba más rápida mientras lo
observaban y se odiaba por ello, no quería hacer aquello y lo disfrutaba.
- Parece que te gusta más hacértelo tú que cuando yo te lo hago. - No
sabía si eso era bueno o malo. Sonrió más lascivamente y desvió su mirada al
pene de plástico. - Lámelo.
Lentamente, Daiki se llevó aquel objeto a la boca, sacando solo un
poco la lengua para lamerlo. Sabía a plástico, aquello no estaba fabricado para
que lo lamieran, eso estaba claro. Bajo la atenta mirada de Kei decidió lamerlo
más mientras seguía masturbándose cada vez más fuerte, con un poco de suerte
solo entraría en él aquel objeto y no él, odiaba esa sensación placentera
cuando se corría dentro. Vio como se abría la cremallera y se bajaba el
pantalón junto con la ropa interior hasta la rodilla.
- Ven y lámelo como la puta que eres.
Dejó el pene de plástico, se acercó a Inoo, se arrodilló en el suelo y
el mayor abrió algo más las piernas, dejando ver su falo completamente erecto.
Daiki se lo metió en la boca, movía su lengua, eso le encantaba a Kei, lo sabía
por los jadeos que siempre dejaba salir de su boca.
Se echó un poco hacia delante, cogió el pene de plástico y se lo metió
de una a Daiki, él no lo había hecho y eso había estado muy mal, pero ahora
tenía el placer de poder hacerlo él mismo. Movía su mano haciendo entrar y
salir ese pene, el chico seguía moviendo su cabeza encima de su pene, eso era
lo que realmente le importaba. Le cogió una mano y la acompañó hasta donde
estaba el objeto penetrándole.
- Hazlo tu mismo.
Vio cómo Daiki cogía el objeto y lo metía y sacaba de dentro de su
cuerpo, aquello era demasiado excitante. Llevó sus dos manos encima de la
cabeza de Daiki, le marcó el ritmo y la profundidad, casi se atraganta pero
debía soportarlo, claramente, sin dejar de auto penetrarse con aquello.
Siguieron así unos minutos, Kei no le dejaba cambiar de posición,
simplemente era así. Notó un cosquilleo en su entre pierna, el pelinegro estaba
a punto de correrse gracias a esa imagen. Apartó a Daiki para que dejara su
miembro en paz pero no lo apartó, puso el pene chocando con la cara de Daiki,
aguantaba la cara de este cogiéndolo del pelo. Se masturbó un poco hasta que se
corrió, manchando completamente toda la cara del menor.
Esa imagen lo volvía a encender, el menor tenía la cara llena de su
semilla blanca y pegajosa, con los ojos cerrados para que no entrara el líquido
en ellos.
- Levántate y haz la cena, es casi la hora.
Se quitó el semen de la cara con la camisa, se quitó el pene de
plástico de su interior y se levantó del suelo.
- ¿Te he dicho que te lo saques? - Se quedó mirándolo con los ojos muy
abiertos. - Déjate el pene dentro.
- ¿Cómo?
- Haz la cena ya, tengo hambre. - Se acostó en la cama sin mirarlo a
la cara.
Caminaba como podía, le dolía al caminar pero sabía que si se lo
sacaba habría problemas. Hizo una cena rápida y cuando salió de la cocina ya
estaba esperándolo en la mesa. Le puso el plato delante y se sentó en su sitio,
le dolía el trasero y a la vez le excitaba, se odiaba en esos momentos.
Kei empezó a comer, aunque fuera algo muy simple estaba bueno, nunca
lo diría, pero era la verdad. Veía cada cara que hacía el menor mientras comía,
lo deseaba, siempre y más si hacía esas caras.
- Salta. - Una sola palabra le hizo dejar de comer. Daiki dejó los
palillos en la mesa y miró hacia su “amo”, no podía pedirle aquello.
- Pero... - Ya la había cagado, nunca le repliques nada a Inoo. Bajó
la mirada y saltó, notando como entraba más en él.
- ¿He dicho que pares? - Su voz sonaba enfadada, tenía que hacerlo así
que empezó a saltar repetidas veces encima de ese objeto que le penetraba a
cada movimiento.
Sin quererlo, Daiki jadeaba, se estaba excitando y no podía parar o el
castigo sería peor. Para su “mala” suerte, Kei también se estaba excitando,
vaya si deseaba ese cuerpo, era demasiada la tentación pero no podía volver a
caer en ella, se levantó y casi corriendo fue a su habitación, cerrando la
puerta detrás de él.
Daiki lo observó y cesó sus movimientos, se sacó de dentro aquel
objeto y lo tiró al suelo con odio, se odiaba por excitarse con aquello. Quería
una ducha e irse a dormir pero tenía que limpiar la mesa, al menos ya no estaba
Inoo por ahí para ordenarle que hiciera cualquier barbaridad.
Limpiaba la casa como siempre, solo vestido con su camisa un poco
larga. Últimamente todo había ido a peor, Kei le quería en su cama al menos dos
veces al día, había dejado de pegarle pero no quería hacer nada malo por si
acaso volvía a hacerlo, tenía miedo. Suspiró dejando la aspiradora a un lado,
si ahora se sentaba en el sofá descansaría sus adoloridas piernas, podría
reponer fuerzas para esa noche pero a la vez no quería hacerlo, algo dentro de
él quería que Inoo entrara por esa puerta y se lo hiciera tan fuerte como lo
había hecho hace escasas horas, antes de irse a la universidad, aunque eso
significara sentir más asco hacia su persona.
Dejó el pensamiento del sofá y se encaminó a la ventana, hacía un buen
día, los pájaros cantaban, la brisa del mediodía chocaba con su cara, el sol
brillaba en uno de sus puntos más altos, dando ese calor especial. Hacía mucho
tiempo que no salía a la calle, desde que se escapó de su casa y se puso a
vivir con su “amo” que no había vuelto a pisar la calle, aunque tampoco tenía
ropa para hacerlo, ni el permiso de él.
Una idea pasó por su mente, algo que nunca lo hubiera pensado,
desobedecer a Inoo. Miró el reloj, aun faltaban algunas horas para que saliera
de la universidad, si encontraba ropa del mayor, podría dar una vuelta por el
barrio, no tenía por qué enterarse y podría volver a respirar ese aire fresco
que tanto le gustaba.
Fue al armario corriendo, buscando entre todos los cajones, sacando
una camisa negra y unos pantalones vaqueros del mismo color, se los puso como
pudo, los pantalones le venían un poco largos pero lo disimularía con las
zapatillas que tenía delante de él, dentro del armario, no era su número de
pié, pero al menos no las iría perdiendo. Se puso la camisa, abrochando todos
los botones, le quedaba sorprendentemente bien, incluso desabrochó dos de ellos
para que se viera algo de su pecho. Se miró fijamente al espejo, suspirando con
una sonrisa, hacía demasiado tiempo que no se veía vestido, siempre llevaba esa
camisa o estaba desnudo por culpa de Inoo, últimamente no se había visto al
espejo ni una vez, encontrándose ahora con una agradable sorpresa el pelo algo
largo que tenía.
Asintió para darse ánimos a sí mismo, salió lentamente de la
habitación y miró todo su alrededor, toda la casa estaba completamente limpia,
punto para él, no podía permitirse ni una mota de polvo, o si no lo tendría mal
cuando volviera a casa. Abrió la puerta principal con miedo, sus manos
temblaban entre nerviosas y ansiosas, la luz del pasillo del edificio chocó
contra sus ojos, cegándolo por escasos segundos antes de ver con claridad, era
como un escenario nuevo delante de sus ojos.
Cerró la puerta y caminó por todo el pasillo, llegando hasta el
ascensor, no quería volver a estar apresado dentro de algo, prefirió ir por las
escaleras aunque no sabía en qué piso estaba, solo sabía que estaba en uno de
los últimos. Cada escalón que bajaba era un paso más hacia la libertad, hasta
que vio la puerta de la salida delante de él, brillando con el sol de mediodía
que atravesaba por los cristales de esta.
- Por fin... - Respiró profundamente al dar un paso fuera, era la
mejor sensación que había sentido en todo aquel tiempo, el mejor aire que había
respirado.
Empezó a caminar por la primera calle que vio, observando los
distintos tipos de edificios que había a su alrededor, cada paso que daba,
memorizaba la vuelta a casa para no perderse, no le haría ningún bien perderse.
Escuchó algunos murmullos procedentes de una calle que no estaba muy lejos, la
curiosidad le ganó y se acercó hacia aquella calle, viendo al girar la esquina
que toda la gente estaba en la calle. Miró extrañado cada rostro que no se le
hacía conocido, no sabía el por qué estaban todos en la calle hasta que una
frase escuchada esa misma mañana le vino a la cabeza “Hoy es fiesta, llegaré
antes.” Dicha por Inoo para que le hiciera la comida antes.
Su cuerpo entero empezó a temblar, lo había olvidado al meterse esa
estúpida idea de dar una vuelta en su cabeza. Tragó la escasa saliva que tenía
en su garganta, no podía estar sucediendo aquello, no podía habérsele olvidado
eso. Dio media vuelta para volver sobre sus pasos, tenía que volver cuanto
antes pero alguien cogió su brazo. Se quedó blanco, pensaba que ya lo habían
descubierto, se ganaría la paliza de su vida cuando llegaran a casa pero al
girarse lentamente solo vio a dos chicas más o menos de su altura, tenían el
cabello teñido y llevaban una minifalda que les cubría lo justo, parecía que le
invitaban a ir con ellas.
- Lo siento pero tengo que volver...
- Claro que no, nadie tiene que volver un día como hoy. -Le guiñó un
ojo y la otra tiró de su brazo, haciéndole caminar hasta un grupo de chicas,
todas casi iguales, Daiki pensó que eran clones, llevaban diez kilos de
maquillaje encima, faldas muy cortas y un escote que dejaba poco a la
imaginación.
- Mirad chicas. -La chica que le tenía cogido por el brazo le dio una
vuelta para que todas lo vieran, asintiendo y cuchicheando bajo, soltando
algunas risitas que le llegaban a dar realmente miedo.- Es perfecto para sacarle
celos.
- ¿Tu también lo crees? Porque yo creo que es completamente
perfecto...
***
Daiki forcejeaba y suplicaba porque lo
dejaran ir, pero aquellas extrañas chicas hacían caso omiso a sus peticiones,
necesitaba volver, tenía que volver a su “hogar” antes de que Kei llegara y se
diera cuenta de su ausencia. Lo llevaron a mezclarse entre la multitud de
gente, en otra situación disfrutaría de las festividades, pero ese no era el
momento, realmente no lo era.
- ¡Allá está! – Dijo una de las chicas,
señalando hacía el otro lado de la calle, los ojos de Daiki se giraron para ver
hacía aquel lugar, sintiendo sus piernas flaquear al ver a la persona que menos
quería encontrarse.
- Este es tu día de suerte Akane-chan, hoy
por fin Inoo-san se dará cuenta de sus sentimientos por ti – dijo una de las
chicas que lo sostenía del brazo.
Daiki las miró confundido ¿acaso aquella
chica al frente suyo estaba enamorada de Inoo? Simplemente no podía creerlo,
ella no podía amar a alguien tan despreciable cómo él, si tan solo supiera las
cosas terribles que le obliga a hacer. Pero Daiki no tuvo tiempo para pensar al
ser tomado del brazo por aquella chica llamada Akane, caminando con pasos
torpes junto a ella, quién sonreía sin saber absolutamente nada de lo que
estaba a punto de hacer, llevándolo a la boca del lobo.
- No te preocupes, solo será por un rato –
dijo la chica, afianzándose más a su brazo.
- No, por favor… - murmuró asustado y su cuerpo
se paralizó al sentir la mirada de Kei sobre él.
- Inoo-san, te presento a mi novio – dijo
la chica sin dejar de sonreír, pensando que por fin iba a conseguir lo que
tanto añoraba.
Pero Kei no la determinaba en lo absoluto,
su mirada estaba fija en el castaño que lo miraba con terror, con ese rostro
lleno de temor que tanto le volvía loco. Tenía un montón de preguntas pasando
por su cabeza, pero lo que si tenía claro era que Daiki había intentado huir de
él y estaba molesto, realmente lo estaba, no tan solo por eso, sino también por
la desagradable chica que sostenía su brazo, en lo que él consideraba cómo su
propiedad.
Daiki temblaba, quería salir corriendo
pero sus piernas no daban señal alguna de querer moverse y su corazón dio un
tremendo vuelco al ser tomado del brazo por Kei, siendo su espalda estampada
con algo de brusquedad contra el muro de un local cercano. Cerró los ojos
esperando a que le diera una paliza, pero lo que sintió a continuación no se lo
esperaba nunca, Kei lo besaba de manera demandante en frente de todos los que
estaban a su alrededor, tanto como el castaño y como el pelinegro estaban
sorprendidos por tal cosa, era la primera vez que sus labios se juntaban y la
sensación, que aunque ninguno quería reconocer, les sabía a gloria. Daiki con
dificultad correspondía al beso, sintiendo la lengua de Kei adentrarse en su
cavidad, al mismo tiempo que masajeaba sus nalgas por encima del pantalón.
- Inoo-san tú… - Decía la chica viendo
horrorizada tal escena, dolida se acercó a ellos con la intención de
separarlos, pero Kei de inmediato la empujó con uno de sus brazos.
- ¡Oye! ¿Pero qué haces? – Dijo una de las
otras chicas acercándose junto con las demás
ayudando a levantar a la que estaba en el suelo.
- Todas ustedes son unas zorras – decía
con furia – no me interesa tener la más mínima relación con alguna de ustedes
¡Me dan asco! ¡Déjenme en paz! – Gritó finalmente, levándose a Daiki casi a
rastras.
- Yo no quería… - Daiki calló al ver la
fulminante mirada de Kei sobre él, así que prefirió callarse y esperar el
severo castigo que recibiría al llegar a casa. Entraron ambos al apartamento y
al llegar a la habitación de Inoo, éste lo arrojó sobre la cama.
- Quítate la ropa y ponte en cuatro – dijo
serio, disfrutando de ver al pobre chico levantarse de la cama y con la misma
velocidad quitarse cada prenda de su cuerpo.
Kei se quitó el cinturón de su pantalón,
dispuesto a pegarle, quería masacrarlo a golpes por su desobediencia, por lo
mal agradecido que había sido al pensar en huir, por desearlo tanto. Daiki
volvió a cerrar los ojos, ya en la posición que le habían ordenado, esperando a
la inminente golpiza, pero ésta no llegó, Kei lo miraba con claro enojo,
sosteniendo fuertemente el cinturón con la mano derecha, odiándose a sí mismo
por no tener las agallas para golpearlo ¿Desde cuándo se había vuelto tan
blando con alguien tan insignificante cómo él?
- ¡Eres molesto! – Exclamó enfadado, pero
más consigo mismo.
Tiró el objeto al suelo y dio un fuerte
grito, jalándose un poco el cabello por toda la frustración que sentía en esos
momentos. Se acercó a la cama y de un solo movimiento hizo que Daiki se
acostara boca arriba sobre ella, posicionándose él encima, sosteniendo
fuertemente con sus manos las muñecas del más chico. No podía negar que Daiki
era hermoso, que tenía un cuerpo que le incitaba a querer tomarlo a cada
momento ¿Pero qué había más allá? ¿Por qué lo había besado en plena calle si
nunca lo había hecho estando en la intimidad de su casa? ¿Por qué a pesar de
querer castigarlo cómo debía no lo hacía? Tenía que reprenderlo, había
intentado huir y eso era motivo de castigo, pero algo en él estaba mal desde
hace tiempo, algo que lo atormentaba cada día.
- Yo… - Daiki quería hablar, quería
explicarle que no intentaba huir, además ¿por qué lo haría? Si no tenía ningún
lugar a donde ir.
- Lo que hiciste hoy ha estado muy mal
Dai-chan – dijo bajando lentamente sus manos hasta llegar a sus tetillas,
pellizcándolas con fuerza, haciendo gritar al menor.
Llevó sus labios a su cuello, lamiéndolo y
mordiéndolo con vehemencia, lo marcaría todas las veces que le fueran
necesarias para que se acordara de que tenía un dueño y que jamás en su vida se
le volviera a ocurrir la idea de abandonarlo. Aunque a Daiki le dolían aquellas
mordidas, de alguna forma sentía que las merecía, había desobedecido a su amo y
éste debía de castigarlo, pero al mismo tiempo sentía ese placer que tanto asco
le daba, pero que por más que quisiera no podía negar que le encantaba, que
disfrutaba plenamente de las embestidas tan toscas que terminaba dándole.
No hubo parte del cuerpo de Daiki que no
hubiese sido marcado de esa manera por Kei, quién visualizaba con orgullo la
sangre que comenzaba a brotar de aquellas heridas, lamiéndola, saboreándola.
Rápidamente fue quitándose la ropa, sin apartar sus labios del cuerpo del
castaño, volviendo a su cuello y llevando una de sus manos hacia la mesita de
noche, sacando del primer cajón aquel pene de plástico que ya varias veces
había utilizado con Daiki, pero esa vez intentaría algo nuevo.
- Vuelve a ponerte en cuatro – Daiki
asintió, mirándolo asustado mientras Kei se apartaba de él para que pudiera
acomodarse, sintiendo de inmediato su lengua adentrarse en su ano, intentando
callar sus gemidos mordiendo la almohada – No hagas eso – dijo dándole una
fuerte palmada en su trasero – quiero escucharte - Daiki no pudo hacer más que
obedecer, así eso significara botar su orgullo por la borda.
Kei metía su lengua lo más profundo que
podía, lubricando aquella entrada para lo que vendría, disfrutando de escuchar
los gemidos de placer de Daiki, haciendo que se calentara mucho más, introdujo
el pene de plástico dentro del menor, quién soltó un grito de dolor al ser
penetrado tan de repente por ese objeto.
- ¿Te gusta? – Preguntó sin dejar de mover
el pene de plástico de adentro hacia afuera, mientras bajaba su mano libre
hasta su propio miembro que estaba duro como una roca - ¡Responde! – Exclamó un
poco molesto, penetrándolo con más fuerza sin dejar de masturbar su pene.
- Me… me… gus…ta… - Jadeaba Daiki,
odiándose por decir esas palabras y lo que lo hacía más repugnante es que era
cierto.
- ¿Te gusta más que mi pene? – Volvió a
preguntar, repartiendo lamidas en sus nalgas, Daiki no sabía que decir, no
quería dejar que su orgullo cayera tan bajo, pero si no lo hacía sentía que
todo iría a peor.
- Me… gusta… más… tu… - No pudo terminar
su frase ya que se había corrido, manchando la sábana.
- ¿Te gusta más qué? – Dijo tomando un
poco del semen del castaño con uno de sus dedos, llevándolo hasta su boca, era
también la primera vez que lo probaba, siempre había pensado que no valía la
pena probar nada de lo que viniera de él, pero en esos momentos le sabía tan
exquisito.
- Me gusta… tu… pene… - Dijo nuevamente
jadeante, con sus piernas temblando por su reciente orgasmo.
- ¿No te gustaría sentirlos a ambos? –
Preguntó haciendo que el menor palideciera.
- No… - Ladeó su rostro mirándolo con
súplica, aquello sería doloroso, lo sabía.
- Vamos, te va a gustar – sonrió de una
manera demasiado escalofriante – hay suficiente espacio para los dos – dijo
metiendo su dedo pulgar en aquella cavidad ya ocupada por el pene de plástico.
Y sin más miramientos, introdujo
lentamente su pene, sintiendo la estrechez de ésta y más por tener ese objeto
dentro, mientras Daiki gritaba de dolor, aferrándose a las sábanas con sus
manos, tensando todo su cuerpo, dolía, dolía mucho.
- Relá…jate… - Jadeó Kei al sentir su pene
aprisionado con más fuerza por esa entrada.
Daiki trataba de tranquilizarse, pero el
dolor era tan incesante que se le hacía realmente difícil conseguirlo. Kei
comenzó con las embestidas de inmediato, sosteniendo con ambas manos las
caderas del menor para entrar más en él, mientras escuchaba sus quejidos de
dolor mezclándose con sus gemidos de placer. Poco a poco Daiki se acostumbraba
a aquella intromisión, sintiendo placer al ser embestido de esa manera, así que
comenzó a gemir, no podía dejar de hacerlo.
- Te dije que te iba a gustar – decía Kei
mientras tomaba el pene del menor, masturbándolo – eres toda una putita, me
gustas, me encantas y eres mía – dijo sacando el pene de plástico del interior
de Daiki, tirándolo al suelo y sin salir de él, lo volteó bruscamente,
dejándolo boca arriba.
Su mirada se dirigió a sus labios,
aquellos dulces y suaves labios que hacía poco había probado, volviéndolos a
juntar con los suyos, besándolo con desenfreno, volviéndose completamente
adicto a ellos. Siguió con las fuertes embestidas, hasta correrse finalmente en
el interior del menor, soltando ambos un fuerte gemido entre besos.
- Te… Tengo que hacer… la cena – jadeaba
Daiki adolorido, al haber recobrado la respiración, aunque en esos momentos lo
que menos quería era hacer algo.
- Pediré algo para comer – dijo Kei
levantándose de encima de Daiki, poniéndose sus bóxer, bajo la mirada del
menor, quién lo miraba con extrañeza, en ocasiones anteriores no importaba que
tan agotado o adolorido estaba, siempre tenía que ir a hacer la cena –
levántate y limpia todo este desastre – dijo saliendo de la habitación.
Daiki se levantó como pudo, notando que
había algo de sangre en su parte trasera, tenía muchas ganas de limpiarse pero
no podía hacerlo, no si Kei estaba en casa. Con dificultad para caminar quitó
las sábanas sucias para luego cambiarlas por unas limpias, recogió la ropa
tirada en el suelo y el pene de plástico, lavándolo y secándolo para meterlo
luego en su lugar en la mesa de noche.
- Así me gusta, que seas obediente – dijo
Kei abrazando a Daiki por la espalda – no pensarás escaparte de nuevo ¿verdad?
- No, no lo haré – dijo con temor.
- Buen chico – lamió su mejilla – la
comida llegará dentro de media hora, así que tenemos tiempo para tomarnos un
baño – dijo tomando la mano de Daiki, mientras éste lo miraba sorprendido ¿en
serio le estaba diciendo eso? ¿Qué se bañaran juntos?
Kei se quitó el bóxer y entró junto con
Daiki a la ducha, apoderándose nuevamente de sus labios, mientras sentían bajar
el agua por sus cuerpos, el pelinegro estaba confundido, horrorizado por lo que
estaba haciendo, pero aun así se dejaba llevar, mientras que Daiki sólo se
dejaba hacer por miedo a que lo lastimara más de lo que ya lo había hecho, pero
agradecía que así al menos podría limpiarse.
- Puedes usar esa camisa si quieres, ya la
usaste, ya no la quiero – dijo Kei fríamente al salir ambos del baño,
refiriéndose a la camisa negra que había usado Daiki esa tarde – Ya llegó la
pizza – dijo al escuchar el timbre del apartamento.
El castaño asintió y fue por la camisa que
había dejado en el cuarto de la lavadora, poniéndosela de inmediato, notando
que ésta le quedaba un poco más larga que la que usaba diariamente y luego fue
rápidamente hasta la cocina tomando un par de platos y sacando unas bebidas de
la nevera, poniendo todo encima de la mesa, poniendo los pedazos de piza en
cada plato, quejándose luego del dolor al sentarse en su silla. Comieron en
silencio como siempre lo hacían y al terminar, luego de lavar los trastes y
limpiar la mesa, Daiki fue en busca de su futón, pero una mano tomando su brazo
lo detuvo.
- De ahora en adelante dormirás conmigo en
mi cama, no sea que ahora se te dé por escaparte de noche – dijo con la misma
frialdad, llevando casi a rastras a Daiki a su habitación.
Éste último pensó que terminarían teniendo
sexo el resto de la noche, pero se sorprendió al ver que Kei se acostó a su
lado abrazándolo con fuerza, como queriendo que no intentara escapar, que no se
fuera de su lado, su corazón dio un vuelco extraño por esa acción, aunque de
cierto modo le alegraba que volvería a dormir en una cama cómoda, aunque la
compartiera con el monstruo de Inoo.
Pasaron dos semanas en las que Kei estaba con
su cabeza toda hecha un lío, además de comenzar a dormir junto a Daiki y a bañarse
también junto a él, le había dado la orden de que antes de salir o de llegar a
casa, tenía que besarlo, así como había visto alguna vez en las estúpidas películas
románticas que tan absurdas le resultaban. Le atormentaba tomar esa actitud tan
de repente con esa persona que él consideraba insignificante, mientras que por
el otro lado, Daiki se sentía igual de confundido, no entendía nada de lo que
estaba pasando por la cabeza de Kei, pero algo dentro de él estaba cambiando y
eso también le asustaba.
Pero lo que más le atormentaba a Kei, eran
esas terribles ganas de poseer a Daiki, pero no lo había hecho en todos esos
días ya que pensaba en lo problemático que sería el hacerle la herida en el ano
un poco más grande, ya que le dolía mucho y por más que disfrutara el verlo
sufrir, el que no disfrutara a plenitud el sexo con él, no le satisfacía en lo
absoluto y por su cabeza solo rondaba una idea, algo que se había prometido no
hacer desde la primera vez que tuvo sexo con alguien, pero la situación lo ameritaba
y el deseo de hacerlo le excitaba mucho.
- Dai-chan… - Susurró Kei lamiendo el
cuello de Daiki, mientras acariciaba sus piernas. Se encontraban acostados
sobre la cama, supuestamente para ir a dormir como últimamente habían hecho,
pero al sentir esas caricias sobre su piel el castaño supo que sus días de
“descanso” habían terminado, así que resignado giró su cuerpo quedando frente a
frente con su “amo”.
Comenzaron a besarse, mientras Kei le
desabotonaba la camisa a Daiki, hasta quitársela por completo, llevando sus
labios hasta su pecho, lamiendo y succionando cada una de sus tetillas, lo
hacía con una lentitud tan extraña en él y eso el castaño lo notaba. Bajó sus
besos hasta la entrepierna del menor, dándole una lamida a aquel miembro que en
secreto deseaba tener dentro, lo introdujo en su boca, jadeando al sentir como
poco a poco se endurecía, le emocionaba escuchar sus leves gemidos, el hacerle
sentir todas esas sensaciones, le enorgullecía el haber sido el primero que
había tomado aquel cuerpo de tentación, el tenerlo exclusivamente para él.
Se apartó un poco para quitarse las
prendas que componían su pijama y ya desnudo se posicionó sobre el menor,
dejando su trasero a la vista de Daiki, quién lo miraba perplejo, volviendo a
introducir el miembro de éste en su boca.
- Lámelo… lame mi ano… - Dijo sacando por
unos momentos el pene de su boca, volviendo luego con su labor.
Daiki estaba sorprendido, aturdido ¿en
serio le estaba pidiendo eso? No sabía muy bien que tenía que hacer, no entendía
que estaba pasando. Kei comenzó a mover sus caderas, como rogándole de que
comenzara de una vez con la preparación previa, tomó el trasero del pelinegro
entre sus temblorosas manos, nervioso, era la primera vez que le hacía ese tipo
de petición, pero tenía que hacer algo antes de que se molestara y decidiera
reprenderlo, así que con algo de dudas acercó su rostro a aquella cavidad,
rodeando el contorno de ésta con la punta de su lengua y haciendo memoria de
todas las veces en las que Kei le había hecho lo mismo, la introdujo, sacándole
de inmediato un sonoro gemido al que estaba chupando su pene como si de un
dulce se tratara.
Kei estaba realmente excitado, los
movimientos de la lengua de Daiki, aunque algo torpes lo ponían a mil. Seguía
moviendo sus caderas al compás de las embestidas que le daba el castaño con ese
músculo de su cavidad bucal, pero quería más, necesitaba más de él. Así que sin
hacerse esperar más, se quitó de encima de él, sentándose a horcajadas sobre su
cadera, rozando la punta de su miembro con su ano, jadeando de sentir esa
dureza chocar con su entrada.
Daiki lo miraba confuso, sorprendido
¿acaso en verdad Kei quería que lo penetrara? Pero no tuvo más tiempo para
pensar al sentir esas paredes rodear su miembro, sin poder evitar gemir de lo
delicioso que le resultaba estar ahí dentro. Kei se quejaba del dolor, pero se
sentía tan satisfecho de por fin estar cumpliendo una de sus más secretas
fantasías. Apoyó sus manos sobre el pecho del menor, esperando acostumbrarse
pronto a esa invasión, que a pesar de ser dolorosa le llenaba de mucho gozo. El
castaño volvió a llevar sus manos a las caderas del pelinegro y haciendo caso a
sus deseos lo movió de delante hacia atrás levemente, sacándole un gemido de
infinito placer, siendo el aliciente para comenzar a saltar sobre ese pene que
tanto lo estaba enloqueciendo, escuchando ese sonido húmedo que provenía del
choque entre sus cuerpos. Ambos lo disfrutaban, no podían negarse por más
tiempo de todo lo que sentían en esos momentos.
Kei volvió a quitarse de su encima,
acostándose a su lado sobre la cama, abriendo las piernas lo más que podía,
Daiki no necesitó de que él le dijera algo para posicionar su cuerpo entre
ellas, penetrándolo nuevamente de una sola estocada, embistiendo fuerte desde
el comienzo y eso a Kei le fascinaba, rodeó la cintura del menor con sus
piernas, haciendo la fricción mucho más deliciosa.
- Di… mí… nom…bre… - Dijo Kei
entrecortadamente, haciendo que Daiki se detuviera de golpe, observándolo por
unos segundos. El pelinegro estaba empapado de sudor, con su boca entreabierta,
con un notable sonrojo en sus mejillas y con sus ojos suplicantes, pidiéndole
con estos que continuara y el hecho de que quisiera que dijera su nombre le
resultaba muy extraño, lo tenía completamente a su merced, sumiso a lo que el
castaño le pidiera.
- Kei… - Susurró su nombre, uniendo luego
sus labios en un fogoso beso, acompañado nuevamente de esas embestidas que los
volvía locos a ambos, dando rienda suelta a todos esos confusos sentimientos.
Siguieron con el mismo vaivén, besándose,
acariciándose profundamente, Daiki podía sentir las uñas de Kei crear marcas en
su espalda, gimiendo, jadeando por más, contrayendo su entrada para sentir más
al menor, sin dejar de gritar sus nombres. Todo era tan nuevo, tan sumamente
extraño, sus corazones palpitaban agitados, no solo por la actividad física que
estaban realizando, sino por algo más y ellos lo sabían, desde hacía mucho lo
sabían. El tan ansiado orgasmo llegó y ambos se corrieron casi al mismo tiempo,
gimiendo el pelinegro al sentir ese caliente semen mojar su entrada y el suyo mojar
ambos vientres.
Daiki salió de su interior, permaneciendo
en la misma posición, besando nuevamente los labios de la persona que tantas
humillaciones le habían hecho pasar y que esa noche quizás le había entregado
algo que había guardado con tanto recelo, algo que quizás nunca le había dado a
alguien más y eso de algún modo lo hacía sentirse especial.
Despertó sintiendo un dolor punzante en su
trasero, abriendo lentamente los ojos, notando que estaba solo en su cama y
también en su habitación, recordando fugazmente lo que había pasado la noche
anterior, se levantó despacio de la cama, cuidando de no lastimarse, no podía
creer que hubiese bajado tanto la guardia y que permitiera que el castaño le
hiciese todas esas cosas, pero no se arrepentía, de hecho, quería volverlo a
hacer, deseaba ser nuevamente suyo.
Tomó una ducha rápida y salió de la
habitación, caminando despacio, percibiendo un agradable olor venir de la
cocina, viendo a Daiki salir de ésta con dos platos, poniéndolos sobre la mesa,
llevando puesta la camisa negra que le había dado hacía un par de semanas.
- Buenos días – dijo Kei haciendo sobre
saltar al menor.
- Buenos… Días… - Dijo éste un poco
nervioso.
El mayor se sentó en su silla de siempre,
comenzando a comer el delicioso desayuno que había preparado el menor, en
verdad que era un buen cocinero.
- ¿Necesitas que traiga algo de afuera? –
Dijo Kei comiendo tranquilamente, viendo como Daiki lo miraba extrañado, no era
normal que Kei le hablara mientras comían.
- Cre… creo que hace falta algo de
detergente para la ropa – dijo temeroso.
- Está bien ¿algo más? – El menor negó con
la cabeza - Estuvo delicioso – dijo Kei, haciendo que el menor volviera a
quedar perplejo ante sus palabras – me tengo que ir ya, se me hace tarde – dijo
volviendo a su cuarto para tomar su bolso y luego ir hasta la entrada del apartamento
poniéndose sus zapatos.
Daiki aún entre su confusión, fue hasta la
entrada también y al ver a Kei de pie, se acercó para besarlo, como le había
ordenado hacía un tiempo que tenía que hacerlo, pero aquel beso le sabía tan
diferente.
- Llegaré hasta la noche – dijo el
pelinegro al terminar el beso, notando el sonrojado rostro de Daiki, sintiendo
su corazón latir frenéticamente.
- Que tengas buen día – dijo el castaño
todavía nervioso.
- Lo… mismo… - Dijo finalmente, saliendo
rápidamente del apartamento.
Los días pasaron y Kei volvió a poseer a
Daiki luego de ver que su herida en el ano había sanado completamente, pero
también se dejaba hacer del castaño, gozando ambos de ese cambio de roles,
aunque no quisieran admitirlo abiertamente. Tal vez no necesitaban las palabras
para hacerle saber al otro lo que sentían, de lo mucho que habían empezado a
necesitarse, ambos comenzaban a mirarse de manera diferente, a Daiki le
agradaba que Kei lo elogiara por su comida, que ya no fuera tan tosco y grosero
con él, mientras que Kei disfrutaba de la compañía del menor, de las
conversaciones que de vez en cuando tenían mientras comían, de su rostro
sonrojado.
- ¡Que frío hace! – Exclamó una chica,
tratando de cubrirse lo más posible con su chaqueta.
- Si, ya pronto llegará el invierno – dijo
la chica que caminaba a su lado.
Y era cierto, pronto llegaría el invierno
y el frío sería azotador, de repente la imagen del chico que lo esperaba en
casa cruzó por su mente, él solo le permitía tener una camisa como única prenda.
Suspiró pesadamente, desviando su camino, entrando a una tienda que no quedaba
muy lejos de donde estaba.
Daiki se encontraba sentado en el sofá,
descansando un poco de todos los quehaceres que había hecho durante el día,
levantándose de inmediato al escuchar la puerta abrirse, viendo a Kei entrar
por ésta, con una bolsa en sus manos.
- Bienvenido a casa Ke… Kei – Dijo
entrecortadamente, todavía le costaba un poco llamarlo por su nombre.
- Estoy en casa – dijo, sintiendo luego
los labios del menor besar los suyos y al terminar le extendió la bolsa que
llevaba en la mano al menor que lo miraba con sorpresa – es para ti – el menor
se estremeció al escuchar eso, sintiendo algo de temor al recordar la última
vez que el mayor le había traído algo y no quería, no quería que el viejo Kei
volviera.
- Esto…
- Tómala, no me desesperes – dijo con un
poco de molestia al ver que el menor no hacía movimiento alguno.
- Gra… gracias – dijo resignado, tomando
la bolsa entre sus manos, viendo lo que había en su interior, sorprendiéndose
de su contenido.
- Es para que lo uses en invierno, sería
un problema si te enfermas – dijo Kei como si en verdad no le importara, pero
la verdad y es que si lo hacía mucho.
Daiki sacó el par de abrigos que venían en
la bolsa y sin poder evitarlo, sus lágrimas comenzaron a bajar por su rostro y
sin dudarlo, abrazó a Kei fuertemente, siendo correspondido de inmediato por
éste.
Quizás y les costaría todavía el expresar
en palabras sus verdaderos sentimientos, pero lo que si tenían completamente
seguro, era que ambos se querían, de una manera extraña y tortuosa en
ocasiones, pero sabían plenamente que ya no podían vivir sin estar juntos.