Hola hola💗
Hoy les traigo un nuevo capítulo de Amor Carmesí 😀
Muchas gracias como siempre por sus lindos comentarios y todo su amor a éste fic, me siento muy contenta de que les guste 💘
Disfruténlo y cómo siempre éste fic va dedicado a Yojhannah 😍
Tema: Amor Carmesí
Extensión: Serial
Parejas: Varias
Autora: Akari-chan
Capítulo
9
- ¿Cómo terminaste convirtiéndote en
vampiro? – Pregunté recostando mi cabeza sobre su regazo. Había pasado una
semana desde aquella noche en la que nos habíamos dado nuestro primer beso y
entablamos una relación cómo pareja. Nos
encontrábamos viajando en tren y me sentía un poco cansado por el viaje y había
descubierto que aquella posición era la ideal para descansar.
- Fue después de que mi madre murió –
respondió sin apartar su mirada de la ventana, al mismo tiempo que acariciaba
mi cabello.
- ¿Qué pasó?
- Ella murió de una enfermedad
terminal, se puede decir que viví gran parte de mi infancia y adolescencia en
un hospital.
- ¿Y tu padre?
- Murió antes de que naciera.
- Lo siento…
- No pasa nada, tuve una buena
infancia después de todo, jugaba con los niños enfermos del hospital y aprendí
algo de medicina al observar a los médicos y enfermeras – suspiró mirándome
dulcemente – después de que mi madre murió conseguí un trabajo como albañil.
- ¿Tú un albañil? – Pregunté
divertidamente, mirando a mi novio, que tenía una apariencia tan delicada que
se me hacía imposible imaginarlo en tal profesión.
- No te burles – dijo sonriente –
aunque no lo parezca yo era muy fuerte, aunque la verdad yo terminé siendo
asistente del arquitecto.
- ¿Sólo su asistente?
- No pienses cosas raras – rió - sólo
era una relación laboral, además de que siempre estuve interesado en la
arquitectura y aprendí muchísimo de él sobre el tema, era mi maestro y ejemplo
a seguir.
- ¿Él fue quién te convirtió?
- Exactamente, hubo un accidente en
la obra y me cayeron varios escombros encima, prácticamente estuve a punto de
morir, pero él me quería cómo si fuera su hijo así que no dudo ni un segundo en
convertirme.
- ¿Y qué pasó con él? ¿Todavía
existe?
- Duramos bastante tiempo trabajando
juntos, viajando de pueblo en pueblo buscando algún trabajo que hacer, pero en uno de esos viajes él se enamoró.
- ¿Entonces ahora está con esa
persona?
- En vida no – suspiró – digamos que
fue un amor un tanto polémico, Yokoyama You, así se llamaba mi maestro – rió –
se enamoró de uno de sus clientes, Maruyama Ryuhei.
- ¿Y cuál era el problema?
- Pues que Maruyama estaba casado.
- ¿Entonces fueron amantes?
- Sí – sonrió – no es muy ético, pero
yo les ayudaba para que pudieran verse y estar juntos.
- Eso es muy romántico – sonreí
- aunque siento pena por su esposa.
- Bueno, era de esos matrimonios
arreglados así que ella tenía sus aventuras por ahí.
- ¿Y qué pasó con ellos?
- Maruyama murió en un accidente –
dijo acariciando mi rostro – Yokoyama no pudo soportarlo y buscó a un cazador
para que lo matara.
- Lo lamento mucho – dije sentándome
en el sillón, abrazándolo con cariño.
- Ya pasó mucho tiempo de eso – dijo
correspondiendo a mi abrazo – él ahora es feliz al lado de su amor, en algún
lugar y yo estoy contigo, así que estoy más que bien – dijo apartándome un poco
para besarme en los labios.
-
¿En qué tanto piensas? – Pregunta Keito sonriente, había venido a visitarme
para desayunar juntos.
-
En que tengo que salir – respondo dándole un último sorbo a mi taza de
chocolate.
-
Cierto, hoy es ese día – dice melancólico, mirándome con profunda pena.
-
No te sientas mal por mí, ya han pasado once años desde aquello – suspiro –
gracias por tu visita – digo levantándome de mi silla, dedicándole una sonrisa.
-
¿Quieres que te acompañe?
-
No, gracias – sonrío.
-
Cómo quisiera que todo fuera diferente.
-
Nada ganamos con pensar en el qué hubiera pasado – digo tomando sus manos –
pero agradezco tanto el tener a Dios, a Yuri, a Hikaru y a ti que me ayudan a
alivianar éste dolor.
-
Si necesitas algo no dudes en buscarme – dice acariciando mi mejilla.
-
Eso haré – sonrío, recibiendo un fuerte abrazo de mi amigo.
Keito
me acompañó hasta la salida de la iglesia y a partir de ahí nuestros caminos se
separaron. A donde me dirijo queda a las afueras del pueblo, hace un buen día y
me apetece muchísimo caminar para despejar mi mente. Durante mi camino los
habitantes del pueblo me saludan y yo les correspondo con una sonrisa.
Había aprovechado mi día libre para organizar
un picnic a las afueras del pueblo junto con él, quién me ayudó a preparar los
emparedados y las bebidas que llevaríamos en un bonito canasto.
Pusimos el mantel sobre el césped
debajo de un árbol cerca al lago, el día estaba soleado y la brisa corría
fresca por el lugar.
- Al parecer te gusta mucho esto –
dijo Kei sonriente mientras se sentaba sobre el mantel.
- Solía venir con mis padres y mi
hermano Ryosuke cuándo éramos niños.
- ¿Y tú otro hermano? – Preguntó
curioso.
- Cuando eso Yuri no había nacido
todavía – sonreí sentándome a su lado, no solía hablar mucho de mi familia con
él, así que era normal que no lo supiera.
- ¿Cuántos años tiene?
- Tiene cinco, es un bebé todavía –
reí recordando a mi pequeño y dulce hermanito, quién era ajeno a todo lo que
tuviera que ver con la profesión de la familia.
- Me gustaría mucho conocerlos a
ambos – sonrió mientras acariciaba mi mejilla y me daba un dulce beso en los
labios.
- A mí también me encantaría que los
conocieras, pero ya sabes que es contraproducente que lo hagas.
- Lo sé – suspiró pesadamente.
- Pero no te preocupes, quizás algún
día puedas conocerlos – dije tratando de animarlo a lo que él me abrazó
dulcemente.
- Con tenerte a mi lado me basta –
dijo besando mi mejilla.
- Pero yo no voy a vivir para siempre
– lo miré con tristeza.
- Y yo me quedaré contigo hasta que
la llama de tu vida se apague – sonrió tomando mi mano y besando el dorso de
ésta, haciéndome sonrojar por tan lindo acto – y la mía también se
extinguirá.
- No tienes por qué hacer eso – dije
preocupado.
- Mi existencia en éste mundo no
tendría sentido si tú no estás.
- Pero…
- Daiki – dijo acostándome
delicadamente sobre el mantel, mientras él se acomodaba sobre mí entre mis
piernas, comenzando mi corazón a latir frenéticamente por esa cercanía,
sintiendo mi rostro enrojecer – siento que todo éste tiempo que he vivido ha
sido por el simple hecho de estar en estos momentos contigo.
- Inoo… - Susurré perdiéndome en su
mirada, esa mirada llena de intensidad y de amor, esa que sólo él me dedicaba.
- ¿Puedo? – Preguntó de repente,
sonriéndome con ternura.
- ¿Qué? – Pregunté un poco
confundido.
- ¿Puedo hacerte el amor? – Dijo
acariciando los cabellos de mi frente.
- ¿Eh? Pe… ¿Pero nuestro picnic? –
Dije nerviosamente, en todos los meses que llevábamos juntos, nuestros momentos
de intimidad no pasaban de sólo besos y caricias profundas.
- Podemos comer después – susurró rosando
sus labios con los míos.
- ¿Y si alguien pasa y nos ve?
- Nadie nos va a ver – dijo besando
mi mejilla – todavía estoy esperando tu respuesta.
- Inoo yo… - Me sonrojé de tan sólo
pensar en la propuesta que me hacía mi novio, así que tomé su rostro entre mis
manos y lo besé tímidamente.
Él sonrió dulcemente y comenzó a
despojarme de mis ropas, a la vez de que yo torpemente hacía lo mismo. Me
sentía nervioso y un tanto inútil, nunca en mi vida había llegado tan lejos con
alguien y el sólo pensar en que lo haría hacía estremecer todo mi cuerpo. Los
besos se volvieron cada vez más demandantes y las caricias en lugares que nunca
antes habían sido tocados por manos ajenas me hacían sentir en el mismísimo
cielo.
El dolor de sentirlo por primera vez
dentro de mí era opacado por el sentir de ser amado por él, de saber que sólo a
mí me miraba de esa manera tan dulce, que me protegía y me cuidaba como si
fuera el tesoro más invaluable. El éxtasis llegó y con éste la calma a nuestros
cuerpos.
- Eres hermoso – dijo juntando su
frente con la mía – aún si llegas a estar tan arrugado como una pasa te
seguiría haciendo el amor.
- ¡No digas eso! – Exclamé
avergonzado.
- Te amo – sonrió dándome un casto
beso, sin dejar de sonreír.
- Inoo… - Me le quedé mirando
pensativo, no muy seguro de lo que pensaba decirle.
- Puedes llamarme Kei, creo que ya
hemos llegado demasiado lejos como para que me llames por mi nombre.
- Kei – sonreí apenado - ¿Te apetece
beber mi sangre? – Pregunté de una vez antes de siquiera arrepentirme.
- ¿Me estás hablando en serio? –
Preguntó incrédulo.
- Yo sé que mi sangre no te es
indiferente – sonreí acariciando su mejilla.
- Pero dolerá un poco.
- Puedo soportarlo.
- ¿En serio?
- ¡Kei! – Exclamo fingiendo molestia –
nunca he estado más seguro en mi vida de algo.
- Está bien, está bien – suspiró y
luego sonrió, tomando delicadamente mi mano, dejándome ver sus afilados
colmillos, que no demoraron en perforar la piel de mi muñeca, succionando
lentamente la sangre que corría por ésta, viendo cómo sus ojos brillaban
rojizos ante la sangre que estaba probando, terminando con su labor sólo luego
de unos segundos de haber empezado.
- Sabe tan bien a cómo hueles – dijo
lamiendo los dos puntitos que había hecho.
- ¿A qué huelo?
- Hueles a mandarina, una deliciosa y
jugosa mandarina – sonrió - ¿y yo a qué huelo?
- Tú, a un abuelito.
- Oye, eso es muy cruel.
- Pero es la verdad – reí.
- Gracias – dijo besando mi herida –
es la primera vez que pruebo la sangre de una persona que no está en su lecho
de muerte.
- Creo que mis padres estarán
revolcándose en sus tumbas – ¿me convertiré en vampiro también? – Pregunté asustado.
- No – rió – eso sólo sucede cuando
se bebe la sangre del cuello.
- Ya veo… - sonreí mirando a los ojos
a mi amado – te amo mucho – dije dándole un último beso.
-
Padre Daiki, Padre Daiki – escucho una voz llamándome y con un poco de molestia
abro mis ojos.
-
¿Qué sucede? – Pregunto serio y un poco molesto, odio que me despierten.
-
¿Qué hace por aquí dormido Padre? – Pregunta una de las ancianas del pueblo
mirándome con curiosidad.
-
¿Ah? – Hago una mueca y caigo en cuenta de en dónde me encuentro, frente a
aquel lago y debajo de ese árbol que tantos recuerdos me traía – Lo siento, no
me di cuenta de en qué momento me quedé dormido.
-
Yo también me hubiese quedado dormida con éste clima tan placentero.
-
Es muy agradable – sonrío, tomando el ramo de claveles blancos que tenía a mi
lado y me pongo de pie.
-
¿Vas para el cementerio? – Pregunta sonriente la señora.
-
Sí – suspiro.
-
Yo vengo de allá – sonríe – hoy es el quinto aniversario de la muerte de mi
esposo.
-
¿Fuiste feliz con él? – Pregunto.
-
Fue un hombre maravilloso, todo un caballero desde el principio hasta el final
– dice sonrojada la señora.
-
Me alegra mucho escuchar eso – sonrío – muchas gracias por despertarme, lamento
un poco si fui algo grosero al principio – digo apenado.
-
No te preocupes, yo fui quién vino a interrumpir su sueño.
-
Bueno – suspiro - seguiré mi camino.
-
Que tenga una feliz tarde Padre – dice la señora reverenciándose.
-
Muchas gracias – sonrío y acto seguido la señora se aleja de camino al pueblo.
Llego
a mi destino a paso apresurado, visualizando a lo lejos una tumba que se
encuentra en la cima de una pequeña colina, bajo un árbol que era adornado por
millares de pequeñas flores amarillas. Camino velozmente hasta llegar a ese
lugar, llorando al ver el nombre en esa lápida.
Inoo Kei.
Entre
lágrimas dejo el ramo de claveles sobre ésta y comienzo a rezar, llegando sin desearlo
todos los horribles recuerdos de esa noche.
Nos besábamos desenfrenadamente,
tocando sin impedimentos el cuerpo del otro, entregándonos, amándonos, marcando
nuestros cuerpos con cada beso y cada caricia hecha con algo de fuerza.
- ¡DAIKI! – Un grito detuvo todo a mí
alrededor, mientras que un disparo se llevaba todo lo que quería, sintiendo el
cuerpo inerte de la persona que amaba sobre mí, comenzando a sangrar por su
herida en la cabeza.
- Ke… - Me quedé en shock por lo que
acababa de suceder, no podía articular palabra y ni siquiera podía mover un sólo
dedo, sólo podía sentir cómo era sacado de la cama por mi hermano, quién halaba
de mis cabellos.
- ¿ASÍ ES CÓMO TE DESASES DE ESAS
PORQUERÍAS? ¿LES DAS UN ÚLTIMO POLVO Y LUEGO LOS MATAS? – Gritaba furioso -
¿ACASO ÉSTE ERA TAN BUENO QUE REPETISTE? ¡NO ERES MÁS QUE UNA VIL Y SUCIA
PROSTITUTA!
- ¡RYOSUKE! – Escuché la voz de Keito
resonar en la habitación, viendo cómo le propinaba un golpe a mi hermano,
haciendo que me soltara y cayera al suelo, con la poca movilidad que adquirí me
escabullí hasta donde estaba el cuerpo de Kei, viendo que Hikaru miraba con
lágrimas la tan infame escena, la de mi amado manchando con su sangre las
sábanas blancas de la cama.
En ese momento sólo podía escuchar a
Keito reclamándole a Ryosuke por lo que había hecho, mientras que éste no mostraba
ni un poquito de arrepentimiento, estaba completamente cegado por el odio.
Me acerqué al cuerpo de mi amado,
acostándome a su lado en la cama, sin importarme que pudiera mancharme de
sangre, sólo quería cerrar los ojos y que al abrirlos se tratara de una
horripilante pesadilla.
-
Al parecer Keito y Hikaru vinieron a visitarte temprano – digo al sentirme
calmado, viendo los bonitos arreglos florares que adornan la lápida y los lados
de ésta – ellos te extrañan al igual que yo – suspiro – ¿Pero sabes? Yo no odio
a mi hermano, sé muy bien que lo que hizo fue atroz y no trato de justificarlo,
pero era algo que me veía venir si descubría que eras un vampiro, pienso que si
te hubiese matado en ese instante, en el restaurante – sonrío - yo no estaría
sufriendo esto, pero soy muy feliz de no haberlo hecho, porque pude conocerte –
vuelvo a sentir las lágrimas correr por mis mejillas – te amé en ese entonces y
te amo todavía ¿Tú también me amas desde dónde estás? – Pregunto sin recibir
respuesta alguna, pero en mi corazón sé que así es.
CONTINUARÁ...